Octubre 2020 — pg. 17
HABRÁ MILAGROS AQUÍ.
Ahora debemos llegar al milagro de todos los milagros.
Es fascinante cómo inicia el Cuarto Evangelio. Hacia
mediados del primer siglo, una época decididamente de
Génesis 3, de historia mundial. Juan nos invita a regresar
a Génesis 1.
“En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba
con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba con Dios en el
principio. Por medio de él todas las cosas fueron creadas; y
sin él nada de lo creado llegó a existir. En él estaba la vida,
y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz resplandece
en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla”
(Juan 1:1-5).
Y he aquí el milagro de todos los Milagros:
“Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y
hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde
al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”
(Juan 1:14).
Ahora, vemos las primeras palabras de Jesús del
Evangelio de Marcos:
“Se ha cumplido el tiempo—decía—El reino de Dios
está cerca ¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!”
(Marcos 1:15).
¿Cuáles son aquí las buenas nuevas? ¿Qué acerca de
“el tiempo ha llegado” y “el reino de Dios se ha acercado?
¿Podrá el arrepentimiento traer un significado más rico
que solamente “cree y obedece”? ¿Podrá significar algo
más parecido a “realinear toda tu vida con esta nueva
realidad que ahora se abre paso?
Veamos ahora lo que sucede. En un cálculo conservador,
antes de que se termine el primer capítulo, vemos por
encima de al menos un centenar de milagros.
Miracles 1 and 2: Dos pares de hermanos
repentinamente abandonan su vocación bien establecida
como pescadores ante la invitación de Jesús, de ser
“pescadores de hombres” (Marcos 1:16-20).
Milagro 3: Él enseña a las personas en una sinagoga con
una asombrosa y trascendente autoridad que maravilla a
la gente (v. 21-22, 27)
Milagro 4: Él confronta y echa fuera de un hombre un
espíritu inmundo, en la sinagoga (v.23-26).
Milagro 5: Él va a casa de Simón y Andrés y sana de una
fiebre a la suegra de Pedro (v. 29-31).
Milagros 6-101: Toda la aldea se agolpa por fuera de la
casa y Jesús sanó a muchos enfermos y liberó a muchos
que estaban poseídos de demonios; mandando callar a
los demonios (v. 32-34).
Milagro 102: Jesús se levanta temprano, acude a un lugar
solitario y se reúne con Su Padre, el Dios del cielo y de la
tierra (v.35-37)
Milagros 103-142: “Así que recorrió toda Galilea,
predicando en las sinagogas y expulsando demonios” (v.
39).
Milagro 143: Jesús toca y limpia un leproso con el poder
de Su palabra (v. 40-42).
No hay ninguna duda, antes del final del primer capítulo
del evangelio más corto, ya hemos presenciado más
milagros de los que podemos enumerar. En el reino de
Dios, de así en-la-tierra-como- en-el- cielo, los milagros
son la regla—no la excepción.
Es como si Jesús llevara un anuncio a todas partes a las
que fuera, que dijera:
HABRÁ MILAGROS AQUI
Antes yo pensaba que Jesús hacía milagros algo así como
una sesión de fuegos artificiales—a fin de probar que Él
era el Hijo de Dios. Ahora lo entiendo mejor. Había una
agenda más profunda debajo. Jesús está restaurando el
Edén perdido. Él está trayendo una Nueva Creación,
y no es ni una legalista fidelidad religiosa a las reglas,
ni liberación del imperio de Roma. Parece algo así
como la afamada autopista de la santidad escritural
descrita en Isaías 35:
“Se abrirán entonces los ojos de los ciegos y
se destaparán los oídos de los sordos; saltará
el cojo como un ciervo, y gritará de alegría la
lengua del mudo. Porque aguas brotarán en el
desierto, y torrentes en el sequedal” (v. 5-6)