que, con la llegada de Jesús, el reino de Dios – Su gobierno
en los corazones de los pueblos y sobre la tierra – ya está
aquí, pero no está totalmente aquí.
La manera más obvia de que Jesús inauguró, pero no
lo completó era la presencia física de Jesús. Aunque Jesús
podía sanar, aunque no estuviera cerca de la persona
enferma. Él lo hizo solamente dos veces (Mateo 8:5-13;
15:21-28). Todas las demás veces, Jesús sanó con una
palabra o un contacto, y la persona tenía que estar en Su
presencia. Los cuatro que cargaron a su amigo paralítico
sabían que si iba a ser sanado tenían que llegar a Jesús,
aunque tuvieran que romper el techo (Marcos 2:1-12).
Jesús sanó a muchos en Capernaum, pero el siguiente
día Él salió para ir a las otras aldeas de Galilea (Marcos
1:32-39). Para ese tiempo por lo menos, los milagros en
Capernaum cesaron. Cuando Jesús vino al mundo por
primera vez, el reino de Dios vino con Él, pero en cierta
manera, cuando Jesús se movía de esa zona, el reino
también se iba con Él.
Después del Pentecostés, cuando Jesús dio Su Espíritu
Santo, se hizo posible para Jesús, a través de Su pueblo,
estar presente en todas partes a la vez. Dios resolvió el
problema de las limitaciones físicas de Jesús permitiéndole
vivir en los creyentes por medio del Espíritu Santo, el
poder del reino de Dios de sanar a los enfermos, liberar a
los poseídos del demonio, e incluso levantar a los muertos,
rompió los límites de la presencia de un hombre. Pero
incluso el empoderamiento poderoso del Espíritu Santo
no completó la venida del reino. Al mismo tiempo que
Jesús explicó cómo Él viviría a través de Sus discípulos
por el Espíritu Santo, Él también habló de preparar un
lugar para ellos, una obra que Él no completaría hasta que
regrese de nuevo al mundo (Juan 14-17).
El Nuevo Testamento utiliza cuadros de dos palabras
para describir la cercanía, pero no la presencia aquí del
reino. La primera es participación, y la segunda es preñez.
En Juan 14, Jesús se describe a Sí mismo como un novio
que aún no es un esposo. El novio va a preparar un lugar
para su novia. Luego cuando él regrese, se casan, y él se
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convierte en el esposo. En Gálatas 4:19, Pablo se compara
a una mujer preñada que está en labores de parto para
tener a su niño. En cada caso algo comienza, pero aún no
llega a su terminación. Sí, las cosas ya son diferentes, pero
aún no son tan diferentes como lo van a ser.
Día D y Días V-E
En el siglo 20, el estudioso del Nuevo Testamento
Oscar Cullman descubrió aún otro retrato hablado para
describir la naturaleza del reino de Dios, de ya/aun
no. Después de vivir durante toda la Segunda Guerra
Mundial, él dijo que como cristiano vivimos en el Reino
de Dios entre el Día-D y el Día V-E. El Día-D fue cuando
los ejércitos invadieron Francia, y el Día-V-E y celebraron
la victoria en Europa la siguiente primavera. Sí, los aliados
han aterrizado y se encuentran en camino a la inevitable
victoria, pero más hombres morirán en los 11 meses entre
el Día-D y el Día V-E, que los que murieron en los más de
cuatro años antes del Día-D.
Puesto que el reino de Dios es ejggizw hay muchas
batallas que pelear. Muchas batalles se deben pelear, y
no todas ellas serán ganadas. Sí, el reino está triunfando:
“Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen lepra
son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y
a los pobres se les anuncian las buenas nuevas” (Mateo
11:5). Pero el mensaje no hablado es: “Tú, Juan, morirás
en prisión”. Ciertamente ganaremos la guerra, pero
perderemos muchas batallas a lo largo del camino, y
habrá muchas pérdidas de vidas.
Así que oramos: “Venga tu reino” (Mateo 6:10,
RVR1960), sabiendo que Él viene.
“Él viene para hacer que sus bendiciones fluyan, tan
lejos como vaya la maldición” (“Joy to the World” de Isaac
Watts, basado en el Salmo 98).
Mas nosotros sabemos que el reino está cerca, pero
no está aquí. De modo que seguimos orando: “Hágase
tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”
(Mateo 6:10, RVR1960).
“Asesinaron al hombre más
perfecto que el mundo jamás
haya conocido de la manera más
dolorosa y vergonzosa que el
mundo jamás haya conocido, pero
Dios la transformó en la gloria
de nuestra salvación”.
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