nuestras vidas. ¿Cuál es el tuyo?: NO HABRÁ MILAGROS
AQUI, o HABRÁ MILAGROS AQUÍ.
Todo depende en dónde empieza tu teología de los
milagros. Supongamos que somos proclives a edificar
nuestra teología sobre nuestra experiencia, tenemos
que empezar con la Palabra de Dios. No podemos
albergar una teología de milagros edificada sobre nuestra
experiencia, no importa que tan llena o desprovista puede
ser nuestra experiencia en lo que se refiere a lo milagroso.
A decir verdad, muchos de nosotros tenemos una teología
ambivalente cuando se trata de milagros. Es más como:
“Puede haber milagros, y puede no haberlos”.
Convengamos en que edificaremos nuestra teología
sobre el fundamento firme de la Palabra de Dios. Aquí
es donde se vuelve interesante. A decir verdad, para la
mayoría de nosotros, nuestra teología de milagros (y casi
todo lo demás) comienza con Génesis 3, la entrada del
pecado en el mundo y la catastrófica caída de la comunidad
humana del estado de gracia. Cómo cambiaría eso si
comenzáramos más bien desde el principio: Génesis 1.
Yo tiendo a ser conocido como un maestro de lo obvio.
Si nuestra teología no comienza con lo que es apropiado,
“el principio”, nunca terminará apropiadamente con “el
fin”. Si comenzamos con el pecado, terminaremos con
salvación. En este marco, la vida eterna comienza con
la muerte y termina con el cielo. Mientras que la trama
de la Biblia tiene que ver con el pecado, la salvación,
la muerte y la vida eterna, esta trama se establece con
una historia más larga. En la gran historia, la Biblia es
inequívocamente clara: el principio es la Creación y el fin
es la Nueva Creación.
Alto:
Dedíquemos una Mirada fresca a Génesis 1 y
2 y Apocalipsis 21 y 22. Consideremos cómo
el marco de la Creación incrementa nuestra
visión por la misión en lo que se relaciona con
la salvación, la santidad, y, sí, los milagros; sin
dejar de mencionar nuestra tarea y llamado
a administrar la Creación misma (Saludo a
Howard Snyder).
pg. 16 — revistaluzyvida.com
¿Qué tiene que ver todo esto con los milagros?
Solamente todo. Génesis 1 es nada menos que la gran
exposición del poder milagroso de la Palabra de Dios.
Al oscuro y deforme vacío caótico, Dios habla: “Sea la
luz”, y fue la luz. Esta narrativa hacedora de maravillas
por seis días, culminando con el milagro de milagros,
los seres humanos, tomados del polvo de la tierra y el
aliento del Divino en la imagen de Dios. Este es el reino
de Dios, en la tierra como lo es en el cielo, en todos los
orígenes milagrosamente gloriosos. Incluso más, la
visión era que toda la creación prosperara y floreciera,
regenerándose y reproduciéndose milagrosamente a sí
misma, eternamente. Esta es la visión y versión original de
la santidad escritural extendiéndose a través de la tierra
“llena del conocimiento de la gloria de Dios, como las
aguas cubren los mares” (Habacuc 2:14)
Es suficiente decir: en el reino de Dios, los milagros no
son la excepción. Son la regla. En el centro de la Biblia
habita una colección de oraciones, muchas de las cuales
son respuestas directas a Génesis 1 y 2, diseñadas para
reponer y fortalecer nuestra fe en el orden original y
milagroso del reino de Dios. Consideremos Salmos 8, 19
y 24 para los iniciados.
Alto:
¿Qué tienen en común estos tres Salmos?
¿Qué nos enseñan acerca de la naturaleza y
capacidades milagrosas de la Creación (incluso
después de la Caída)?
Debido a que el pecado es el gran interruptor del reino de
Dios, equívocamente nosotros entendemos los milagros
como intervenciones excepcionales. Los milagros son la
regla. No hay ni tiempo ni espacio aquí para repasar el
milagroso devenir de la historia de Dios por medio de
Abraham, Isaac y Jacob, o la milagrosa historia de Moisés,
el Éxodo, la Ley, la nube en el día, el fuego en la noche, el
maná, el agua de la roca, los 40 años del milagroso habitar
del Espíritu, sosteniendo a los israelitas en el desierto, o
el milagroso movimiento hacia, y el establecimiento de la
tierra prometida, y podemos ir más y más allá. A todas
las partes que iban, el mundo de Génesis 3 colocaba un
anuncio que decía:
NO HABRÁ MILAGROS AQUI.
Sin embargo, a través de toda la historia, de generación
en generación, en todas partes a las que iban, llevaban
consigo el anuncio de Génesis 1 y 2, que decía:
“Los Milagros no son diseñados
principalmente para ser pruebas de
la existencia de Dios. Son las señales
prácticas del reino que llega del Cielo”.
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