dedos y pulgares? Pienso que, si él viviera para
experimentar nuestra realidad actual, declararía
que el principio es el mismo: la ira humana no
produce los resultados que Dios espera, y las
palabras ásperas causan mucho más daño que lo
que podemos imaginar. Las palabras sin control,
las pasiones inflamadas, blasfemar unos contra
otros – nada de esto tiene lugar en la vida de los
seguidores de Cristo. Él estaría tan perturbado
por lo que nosotros escribimos lo mismo que
sus lectores hablaron: Con la lengua bendecimos
y maldecimos ¡Esto no debe ser así!
Volviéndonos Bomberos
¿Cómo podemos cambiar el tono y contenido
de nuestra comunicación antes de que el fuego
devore todo lo que más queremos? A través
de los años, nuestras prácticas de discipulado
pueden haber cubierto muchos aspectos
importantes de nuestras vías – matrimonio y
familia, mayordomía, testimonio en el mercado,
etc. – pero no discusiones políticas o resolución
de conflictos. No sabemos cómo hablar de esto.
No hemos visto cómo funcionar en medio de los
desacuerdos puede ser usado para profundizar
nuestras relaciones y enriquecer nuestra vida
juntos. En la iglesia, hemos hecho mejor
evitando conflictos en lugar de enfrentarlos de
manera intencional.
Podríamos comenzar admitiendo un hecho
incómodo. No todos nuestros profundos
valores bíblicos se alinean con un partido
político. Admitir esto es perder lo bien que
nos sentimos cuando hay total acuerdo con
cualquier partido, y obligarnos a enfrentar la
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confusión. Podríamos comenzar arreglando
un diálogo donde escuchamos mientras otros
que aman a Jesús, pero no comparten nuestra
perspectiva política explican sus convicciones
en cuestiones debatibles. Durante este ejercicio,
debemos ponerle atención a la amonestación de
Santiago de ser prontos para escuchar, lentos
para hablar y lentos para airarnos. Debemos
iniciar la conversación recordándonos unos
a otros que el señorío es de Cristo, y fijando
algunas reglas para un desacuerdo respetuoso.
Motivado por el llamado de Jesús de amar a
Dos y a los demás, podríamos crear espacio
para discutir cómo las políticas públicas pueden
dirigirse a los problemas de la sociedad en
más de una manera. Se requeriría paciencia e
intentos sinceros al escuchar. Yo invitaría que
las personas fueran razonables y dispuestos a
la posibilidad de conceder algunos puntos en
el camino – ¡así sería un tirón! Por lo menos
si las mentes no cambian su modo de pensar,
los corazones podrían suavizarse hacia otras
personas que corrieron el riesgo de explicar sus
convicciones y escuchar a los de los demás en su
familia eclesiástica. Debemos cubrir de oración
dichos ejercicios.
Finalmente, Santiago nos recuerda que con
nuestra lengua nosotros alabamos al Señor y
Padre. Como la Gran Perturbación de 2020 ha
captado nuestra atención a calamidades y crisis
de proporciones bíblicas, no sólo debíamos de
ver alrededor, sino ver hacia arriba. En tiempos
como estos, la iglesia necesita liderar el camino
en dirigir a las personas a Jesús. Nuestro llamado
privilegiado es proclamar las obras maravillosas
de nuestro amoroso Dios y clamar a Él para
que la justicia y la misericordia prevalezcan en
nuestro mundo. Debemos ser pacificadores,
guerreros de oración y adoradores que escogen
la bendición sobre la maldición. Con una voz,
es tiempo de que nosotros clamemos: ¡Venga tu
reino, sea hecha Tu voluntad en la tierra como
en el cielo! Bajo el estandarte de nuestro Señor,
declaremos las alabanzas de Aquel que nos une,
aunque andemos al lado de aquellos que ondean
un estandarte diferente. Domar nuestra lengua y
sofocar las llamas en nuestra pequeña parte del
mundo preservará la unidad del Espíritu en el
vínculo de la paz.+
“¿Cómo podemos
cambiar el tono y
contenido de nuestra
comunicación antes
de que el fuego devore
todo lo que más
queremos?”
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