Octubre 2020 — pg. 31
¿Te has sentido frustrado alguna
vez porque alguien malinterpretó
lo que dijiste?
El conejo Bugs (Bugs Bunny), en el clásico de dibujos
animados “Forward March Hare” (La Marcha de los Pollos),
es un ejemplo estelar. “Quiero a todos los pollos limpios y
arreglados para la cena-baile de los oficiales esta noche”, dice
el sargento, a lo que Bugs responde con un saludo: “¡Sí, sí
Señor Señor!” Corte para la siguiente escena en la que Bugs
entra a la oficina del sargento y con orgullo proclama: “Los
pollos están listos, su excelencia. Todos limpios y arreglados
para la cena, señor” Ahora espera. El cuadro se ensancha
para revelar todo un campo lleno de pollos elegantemente
vestidos, ataviados con tuxedos y sombreros negros altos.
El sargento dijo que los arreglaran para la cena, ¿correcto?
Jesús dijo: “Vayan y hagan discípulos de todas las
naciones!” (Mateo 28:19a), sin embargo hemos puesto
tuxedos y sombreros altos en los muchos pollos en nuestra
respuesta. Pensamos que sabemos lo que Jesús quiso decir,
pero realmente hay solo un ejemplo a seguir, y es la manera
en que Jesús discipuló a los doce. Lo que Jesús hizo con doce
hombres ordinarios fue algo milagroso. De hecho, era usual
en las normas del discipulado. Pensemos en eso, cuando
los doce escucharon a Jesús decirles que fueran a hacer
discípulos, ellos sólo tendrían un método por el cual basar
su obediencia: su propio discipulado.
Pongámonos en el plan de tres años de discipulada
de los doce originales y consideremos cómo sería el
ministerio como resultado para ellos. Ellos fueron atraídos
a lo milagroso. Casi de inmediato comenzaron a presenciar
milagros y luego fueron enviados a realizarlos. Amigos,
si lo milagroso era el hilo que corría a través del plan de
discipulado de tres años para los doce, ¿cómo habrían visto
el discipulado a diferencia de los que ellos discipularon?
En algún momento nos desviamos del camino de la
milagrosa restauración de personas quebrantadas, sanando
a los enfermos, dándoles vista a los ciegos, y abriendo los
oídos de los sordos para las experiencias educativas y de
comunión que giran en torno a una cultura de reuniones de
iglesia. De alguna manera comenzamos a ver milagros como
beneficio de la membresía de los de la iglesia en lugar de un
chispazo del cielo en el campo de un planeta quebrantado.
Donde hay mucho quebranto, hay mucha oportunidad.
Los discípulos consideran esto y el hambre de restauración
y reconciliación para remplazar la decadencia y la división.
Los discípulos hacen a un lado su propia comodidad por la
paz de otros, llevan las cadenas de la prisión por la libertad
de otros, y soportan el escarnio para la gloria de Cristo Jesús.
Consideremos tres cosas—cosas que probablemente son
barreras para nuestra propia participación como discípulos
de Jesús, que reflejan las vidas y acciones de los doce – y tres
cosas que recoger – definiciones de lo que Jesús quería que
fuera el discipulado.
Entrega tu vida. Sé dispuesto y abierto. Recuerda que
eres un sacrificio vivo. Confiesa que tu vida no es tuya, que
tú fuiste comprado por precio (1 Corintios 6:20). Preséntate
a Dios como instrumento para ser usado en las maneras en
que Dios decida.
Entrega tus necesidades. Buscar soluciones milagrosas
para nuestras propias necesidades es a menudo la cadena
que nos impide ministrar a otros. Ora que el Señor te use
para sanar a otros incluso si tu sanidad nunca llega. Ora
para que tus milagros fluyan a través de ti, aunque los tuyos
propios no se manifiesten.
Entrega tu status de iglesia. Las posiciones no significan
nada comparadas con ser un siervo. Retira tus trofeos y
títulos a cambio de un corazón de siervo. Pide al Señor que
te haga un siervo de todos como Él fue un siervo de todos.
Asume el rol de un hacedor de Milagros. Sé un seguidor
de Jesús. Lee los evangelios y toma el lugar en las historias.
Camina con los discípulos a los espacios donde sucedieron
los milagros y pídele a Dios ser el discípulo que Él esperaba.
Toma la cruz de lo milagroso. Los milagros le trajeron a
Jesús más desdenes que elogios y lo mismo sucedió con los
doce. Existe una cruz de muerte oculta en la resurrección
de lo milagroso. Dile al Señor que estás listo para tomarla
y llevarla.
Asume la “pérdida” de la ganancia celestial. Él debe
crecer; yo debo menguar (Juan 3:30). Dile al Señor que estás
listo para experimentar pérdida por el bien de la ganancia
del cielo.
Imagina la voz del Señor enseñándote a orar: “Venga
tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”
(Mateo 6:10). Ahora mírate a ti mismo en la casa de un
desconocido, haciendo lo que Jesús te pidiera mientras
sanas una persona con el poder y autoridad de Cristo,
explicando que el reino de Dios ha venido a esa casa. Los
puntos se conectan. “¡Esto es lo que significa que el cielo
venga a la tierra! ¡A eso se debe que oremos de esa manera!
Eso es lo que significa que seamos pescadores de hombres
– sal y luz—una ciudad en una colina”, tú lo ponderas con
gran y misterioso deleite.
¿Qué piensas que dijo Jesús acerca de los Milagros? ¿sobre
el discipulado? ¿sobre lo que realmente Él pide de ti y de mi
como Sus representantes en la tierra?
Su punto de vista es todo lo que necesitamos +