Octubre 2020 — pg. 11
señales, maravillas y milagros, y los realizó en un largo período
de tiempo (2 Corintios 12:12). Tan poderoso era Pablo que en
Éfeso las personas recogían las ropas que él había usado y se las
daban a los enfermos o los poseídos de demonio, y eran sanados
(Hechos 19:11-12). Sin embargo, este mismo Pablo cuyas ropas
sanaban a las personas que ni siquiera conoció, no pudo sanar a
su compañero Trófimo, a quien había dejado enfermo en Mileto
(2 Timoteo 4:20).
Es fácil pensar que, porque Jesús es el mismo ayer, hoy y por los
siglos (Hebreos 13:8)—y porque la verdad se aplica igualmente
a los otros dos miembros de la Trinidad—cuando Dios actúa de
manera diferente en las diferentes circunstancias de la gente, luego
lo único diferente es la gente involucrada. Sabemos que algunas
veces ese es el caso: En su aldea de origen, Jesús no pudo hacer
muchos milagros porque Su propio pueblo no creyó en Él (Marcos
6:5-6). Pero culpar a la víctima es algo peligroso. No podemos
ver el corazón de las personas, como vimos en el caso de Pablo,
en algunas ocasiones Dios trata a la misma persona de forma
diferente. Dios rescató de la muerte a Pedro y a Pablo en repetidas
ocasiones, pero luego los entregó a ambos para ser martirizados.
Estas verdades nos ayudan a evitar el terrible error de culpar
a alguien cuando Dios decide no hacer el milagro que todos
esperábamos. Escuché la historia de un pastor que en el funeral
de su hijo predicó que alguien (o algunos) en su congregación era
responsable por la muerte del muchacho, porque no habían tenido
suficiente fe de que podía ser sanado. Esta terrible acusación me
hace pensar en los paganos que consultaban a un brujo después de
la muerte de algún aldeano para descubrir quién había puesto una
maldición sobre el que había muerto.
En lugar de buscar un chivo expiatorio, necesitamos recordar
que algunas veces Dios responde la oración diciendo, “No”. La
mejor oración jamás ofrecida por el penitente más perfecto recibió
exactamente esa respuesta. En Getsemani, Jesús rogó a su Padre;
“si es posible, pase de mí esta copa”, sin embargo, la respuesta fue
negativa (Mateo 26:39-44 RVR1960).
Cercano Pero no Totalmente Aquí
Otra manera de entender por qué Dios concede algunos ruegos
y niega otros viene de la naturaleza del reino de Dios. Marcos
resume el principio del ministerio de Jesús, diciendo que Él
proclamó las buenas nuevas de Dios: “Se ha cumplido el tiempo.
—decía— el tiempo de Dios está cerca. ¡Arrepientanse y crean las
buenas nuevas! (Marcos 1:15).
Nótese que Jesús no dijo: “El reino de Dios ha llegado aquí”. No,
él dijo: “se ha acercado”. Aunque Dios mismo estaba en el mundo
en la persona de Jesús, Él no había traído el reino totalmente. La
palabra que Jesús utiliza: ejggizw (eggidzō), significa que algo
se está acercando, que está cerca, pero no aquí. La frase que los
eruditos del Nuevo Testamento utilizan es “ya/aun no”. Ellos dicen
“En lugar de buscar
un chivo expiatorio,
necesitamos
recordar que
algunas veces Dios
responde la oración
diciendo, “No”.