Julio 2020 — pg. 7
“En el mundo, pero no de él” Desde entonces, los
seguidores de Jesús han luchado con esta tensión desde
que Él oró con estas palabras en Juan 17, Jesús hace una
distinción entre Sus seguidores, quienes, como Él mismo,
están del lado del Padre en contra del malo, y “el mundo”.
Incluso Él declara que el mundo ha aborrecido a Sus
seguidores del mismo modo como lo aborreció e Él (Juan
17:14), solo horas antes de que se desenvuelva el drama
final de su crucifixión.
Los primeros Metodistas Libres lucharon duramente
para evitar la “mundanalidad”. Este impulso central de
no ser “del mundo” era parte de lo que definía nuestro
movimiento. Algunas de las porciones de nuestra historia
primitiva parecen casi extrañas, ya que uno de los aspectos
de ser separados del mundo se enfocaban en la claridad
extrema del vestir (e. g. ni corbatas para los varones,
collares para las mujeres, sin joyería para nadie, ni siquiera
botones visibles en las camisas). Yo he leído diarios de las
primeras predicadoras Metodistas Libres quienes sufrían
por la lucha interna para renunciar a todo deseo de
“adornos superfluos” y sólo usaban la ropa más sencilla.
Sin embargo, en otro nivel, su falta de conformidad al
mundo demostraba su heroica valentía y fe. Las mismas
mujeres que lucharon para rendir al Señor todo lo que
disfrazara los botones de sus blusas, salieron resueltamente
y entraron a las tabernas y burdeles para llevar las Buenas
Nuevas y que las vidas fueran transformadas. Cuando
las personas respondían al mensaje y se convertían,
nuestros ancestros no dejaron a estos niños en la fe que se
defendieran a ellos solos—tomaron el riesgo de abrir sus
casas invitándolos a entrar. Con los nuevos convertidos
formaron grupos para crecer en la gracia y reformar sus
vidas. Los enseñaron a aprender oficios a fin de sostenerse,
y les ayudaron a encontrar empleo. Organizaron misiones
en el centro de las ciudades para que estos nuevos creyentes
pudieran testificarles a otros, convertirse en evangelistas
efectivos en las callejuelas de Buffalo y Chicago, entre otras
ciudades.
Enfrentando una variedad de problemas sociales,
nuestros ancestros abrieron orfanatos y escuelas para
niños indígenas y asilos para ancianos desamparados.
Enviaron misioneros a India y a África para llevar el
evangelio y establecer clínicas entre las personas sin
acceso a la medicina. A fin de demostrar solidaridad con,
y hospitalidad para los pobres. Los Metodistas Libres se
exigieron que todos los edificios de sus iglesias fueran
sencillos y sin ornamentos, con asientos libres para todos.
Sus acciones resueltas y a la luz pública partieron de su
concepto de que Jesús envía a Sus seguidores al mundo, tal
como el Padre envió a Jesús (Juan 17:18). ¿Qué harían los
“enviados”? Llevaron el mandato al ministerio del propio
discurso inaugural de Jesús en Lucas 4:18-19:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me
ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha
enviado para proclamar libertad a los cautivos y dar vista a
los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a pregonar
el año del favor del Señor”
Ellos sabían que Jesús estaba leyendo de Isaías 61. Todo
el contexto de la profecía de Isaías va de acuerdo con el
rechazo de Dios a la hipocresía. Isaías 58:6-7 demuestra la
forma preferida de Dios de la observancia religiosa:
“El ayuno que yo he escogido, ¿no es más bien romper
las cadenas de injusticia y desatar las correas del yugo,
poner en libertad a los oprimidos y romper toda atadura?
¿No es acaso el ayuno compartir tu pan con el hambriento
y dar refugio a los pobres si techo, vestir al desnudo y no
alejarte de los de tu propia carne y sangre?”
Benjamín Titus (B. T.) y Ellen Roberts, la pareja de
nuestros fundadores, entendían que el llamado de la Iglesia
Metodista Libre era doble: “Mantener la norma bíblica
de la Cristiandad y predicar el evangelio a los pobres”
(fmchr.ch/populistsaints). Para ellos, la norma bíblica del
cristianismo involucraba justicia bíblica y reforma social,
“dándoles libertad a los oprimidos, rompiendo todo yugo”,
como antes lo había incluido Juan Wesley y el avivamiento
Metodista en Inglaterra. Wesley había escrito y vivido esta
declaración: “Un esquema para reconstruir la sociedad
que ignora la redención del individuo es impensable, y una
doctrina para salvar a los pecadores, y que carece de un
objetivo para transformarlos en unos cruzados en contra
del pecado social, es igualmente impensable” (fmchr.ch/
jwbreadu).
La crítica de B. T, Roberts en contra de la Iglesia
Metodista Episcopal, de la que eventualmente fue
expulsado, se centraba en la conformidad con el mundo.
Una evidencia era su aceptación de la esclavitud, lo que él
veía como una abominación. Aún en el Norte, en el tiempo
en que B. T. Roberts alzó su voz, el abolicionismo era algo
impopular, pero él escribió y predicó poderosamente en
“Su falta de
conformidad
al mundo
demostraba
su heroica
valentía y fe”.
/populistsaints
/jwbreadu
/jwbreadu
/populistsaints)
/(fmchr.ch