
Julio 2020 — pg. 27
Hay una mezcla indescriptible de emociones que
llenan una habitación como el incienso cuando alguien
está a punto de pasar por la puerta de la muerte hacia la
eternidad. ¿Puedo ser honesto por un momento? En mis
años de ministerio pastoral, nunca he visto que sea fácil
o agradable estar presente en esos momentos. Sin saber
qué decir, con el temor de decir lo que se espera que les
diga a los que pasan por una pena, o simplemente estar en
el camino de momentos profundamente personales no es
fácil para mí pasar por ellos. Pero me ha sucedido algunas
veces.
Una noche ya tarde me encontraba en un hospital con
mundo
una familia en esta triste situación. La madre y esposa
estaba a punto de morir, y la familia no estaba preparada
para lidiar con ello. Yo estaba de pie en el cuarto del
hospital experimentando cualquier sentimiento incómodo
descrito arriba, cuando entró una de las enfermeras y me
preguntó: “¿Usted es el pastor, verdad?” Estoy seguro que
no podía ocultar mi sorpresa y mirada de confusión en mi
rostro cuando respondí: “Sí, lo soy, pero ¿cómo lo supiste?”.
“No me lo tienen qué decir, yo siempre me doy cuenta de
quién es el pastor”. Respondió con esa mirada que te deja
preguntándote cómo alguien puede tener esa información
que es reservada.
necesita que
seamos los
Mi sentimiento personal de incomodidad no podía
extranjeros”.
ocultar la presencia de Dios en mi persona en aquel
momento, y, no solo yo, sino muchos otros pastores que han
estado en aquel mismo lugar de ministerio. Parte de ser un
extraño en el mundo es aprender que podemos despedir
un aroma distinto como de Cristo, aunque nos sentimos
totalmente inadecuados. Pablo describió este misterio a los
colosenses de esta manera: “Cristo en ustedes, la esperanza
de gloria” (Colosenses 1:27b)”. La presencia de Cristo en
mí – en ti – revela la gloria de Dios al mundo. Aquí están
las buenas nuevas. Esta dinámica no es solo para pastores,
sino para todos los que se abran a la obra del Señor en su
vida.
El mundo podría usar la esperanza que sólo la Gloria
de Dios puede dar. Recuerda, la pandemia de coronavirus
sigue siendo una realidad, y las muertes de Ahmaud
Arbery y George Floyd siguen doliendo, ahondando
las heridas en nuestra sociedad que ha dado paso a las
protestas nacionales. Posiblemente todos nos sentimos un
poco como yo cuando estoy de pie incómodamente en un
cuarto de hospital. Permíteme ser franco, cuando llegamos
a enfrentarnos con la muerte de Ahmaud Arbery y George
Floyd nos estamos enfrentando con toda una familia de
estadounidenses negros que han tenido que vivir la mayor
parte de sus vidas en ese “cuarto de hospital”. Debemos
sentirnos incómodos en este momento y rehusarnos a
evadir o a decir frases acartonadas a la familia que llora y
sufre.
En lugar de actuar como actúa el mundo, debemos ser
extranjeros en el mundo. Por tener a Cristo en nosotros, el
pueblo de Dios, podemos estar seguros de que su presencia
está con nosotros. Muchos de nosotros sentimos como si
hubiéramos quedado a nuestras expensas para figurar todo
lo que está mal en el mundo, ¡pero no estamos solos!
Pero, por favor no me malentiendas. Esta no es una
excusa para ocultarnos. Al contrario, necesitamos estar
presentes en los lugares en los que se están dando las
conversaciones con relación a la raza, las enfermedades
y la ansiedad. Necesitamos pasar más tiempo en el lugar
secreto a fin de estar preparados para la arena pública. La
transformación que se te imparte en la cámara de oración
será el aroma que tú expelas en la arena pública.
El mundo necesita que seamos los “extranjeros”. Pablo
nos dice que no nos conformemos a las maneras del
mundo, sino que seamos transformados por la renovación
de nuestra mente (Romanos 12:2). Apartémonos como
santos para el Señor.+