dice que amar el orgullo del mundo, sus posesiones y
placeres es inconsistente con ser el pueblo de Dios (1 Juan
2:15)
¿Significa esto que no seamos parte de lo que nos rodea,
que nos mantengamos al margen, separados y seguros,
como nos insta a aceptar la opción Benedicto? (Visita
fmchr.ch/boption y fmchr.ch/benedict para una mejor
comprensión de la opción Benedicto) ¿Qué no, “amar
las cosas de este mundo” significa que creemos una lista
de cosas que nosotros evitamos para la gloria de Dios?
¿Debemos ser diferentes en conducta, modo de vestir o de
hablar, o hay algo más profundo en la descripción de Jesús
acerca de Su pueblo que no es de este mundo?
Existe, y todo se centra en este concepto de ser extranjeros
que trabajamos por Shalom.
Cuando examinamos las acciones de Jesús, es claro que Él
no se apartó a Sí mismo de Su humanidad. Él se unió muy
estrechamente en las vidas de los seres humanos, llorando
por sus sufrimientos, sanando sus dolores y celebrando
sus alegrías. Él acudió a los hogares de personas notables
(Lucas 19), habló a fondo con mujeres que podrían dañar
Su reputación (Juan 4), y reclutó a un revolucionario como
su discípulo. El último interés de Jesús era lo que los demás
pensaran de Él. No parece importarle si sus asociados lo
hacían verse inseguro. Su “lista” más grande de modales
correctos parece incluir “amar a Dios y al prójimo”. Sin
embargo, dice que Él no es de este mundo, ¿Qué podría
significar eso?
Al decir que Él y Sus seguidores no eran de este mundo,
Jesús está haciendo una afirmación de identidad, no de
ubicación o asociación. Esta es una distinción importante.
Él nos está re enfocando en la noción de ser extranjeros
que encuentran su identidad en pertenecer al único y
verdadero Dios, no en nuestra ubicación o asociación.
Conseguimos nuestro propósito y sentido de seguridad
enteramente en otro lugar. Sabemos quiénes somos y
cuáles son nuestras prioridades—no de los mensajes con
los que este mundo nos bombardea, sino de nuestra nueva
ciudadanía en el reino de Dios. Somos esas personas de fe
que ven hacia otro lugar al que llaman patria (Hebreos 11),
aunque por lo pronto vivimos bien en esta. En nuestras
almas, anhelamos y luchamos por el Jardín, mientras que
la entropía trata de obstaculizárnoslo.
pg. 12 — revistaluzyvida.com
El Mundo los Aborrecerá
Esto funciona de varias maneras. Jesús prometió que, por
un lado, el mundo aborrecería este estilo de vida centrada
en la restauración. Algunos seguidores han tomado esto
como una placa de honor, convirtiendo el rechazo de otros
como una prueba de que ellos están haciendo las cosas
“correctas” como creyentes. Ellos proclaman su conducta
más piadosa en las redes sociales, en los anuncios de las
iglesias, y en persona—y el mundo aborrece eso.
Sin embargo, esta mentalidad de “probar que somos
santos” no se alinea con lo que Jesús dice que nos aparta.
No ser de este mundo no es una particular adherencia a
doctrina o conducta—Es una vida marcada por una nueva
identidad y lealtad.
Los creyentes con una identidad del reino no temen (o
desean) el juicio de los demás, porque su valor proviene de
su relación con Dios. Esta clase de confianza interna hace
que los demás se sientan incómodos, pues la mayoría de
las personas aún están en la búsqueda de valor e identidad,
y a menudo encuentran el desengaño. Una correcta y
confiable evaluación de uno mismo, en medio de una
cultura donde un movimiento en falso te puede llevar
aromas “cancelados” de pertenencia totalmente a otro
lugar.
En nuestra negativa a permitir que las prioridades
terrenales nos hagan volver a la búsqueda de esas tres
características en 1 Juan—orgullo, posesiones y placeres—
podemos seguir en la confusión y el escarnio del mundo.
La fidelidad a las prioridades tan diferentes de las que esos
tantos utilizan para llevarles seguridad sobresale como una
pequeña niña estadounidense en la China rural.
De manera natural, a las personas les desagrada todo
lo que las hace sentirse incómodas, y descubrir a alguien
cuyo sentido de identidad es profundamente seguro en
un mundo profundamente inseguro es muy desagradable.
Que no nos uniremos en la búsqueda de nada por encima
del amor de Dios y el prójimo es lo bastante extraño para
hacer que otros te vean de reojo. Esta paz interior en un
mundo turbado, sin embargo, es más difícil apegarse a una
disyuntiva que a reglas y listas que nos digan que estamos
“bien” al “no ser de este mundo”.
Lo que todo esto significa es que la declaración de Jesús
sobre no ser del mundo tiene muy poco que ver con las
diferencias externas de conducta que con frecuencia
asociamos con el término. Él no dedica ni un minuto a
pensar en las apariencias. Lo que ellas significan es que
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