Septiembre 2020 — pg. 21
Eres ml
“Pasé allí seis años, desde el grado cinco hasta el once, y luego fui elegido
superintendente (de Nuevo), y nos regresamos a Pennsyvania”, Olver dijo en una
entrevista con LUZ Y VIDA. “Los grados cinco al once son probablemente de
los años más formativos de tu vida, y ciertamente vivir allí sembró la semilla que
más tarde dio su fruto cuando Dios me llamó a la ciudad”.
“Al ser algo así como un típico hijo de pastor, realmente yo tenía una relación
contradictoria de amor-odio con el ministerio y la iglesia”, él dijo: “Mientras
asistía al Colegio Roberts Wesleyan, yo peleé con Dios casi constantemente
sobre el llamado al ministerio, hasta que finalmente le dije sí en mi último año”.
Él luego asistió al Seminario Teológico Asbury, y, dijo Olver que “luego
comencé a luchar con el llamado de Dios a la ciudad, y era intenso, y tengo que
decir que mi llamado a los ministerios urbanos fue tan motivador y claro como
es el llamado de cualquiera al campo misionero”.
De Regreso a Brooklyn
Olver dijo que se sintió específicamente “llamado a regresar a Brooklyn, y
así, 10 años después de haberme ido, regresé como pastor a la edad de 24 años
– recién desempacado del seminario en Wilmore. Kentucky. Si yo no hubiera
crecido allí, si yo no hubiera pasado allí esos seis años de vida, yo nunca hubiera
sobrevivido.
El ministerio en Brooklyn era desafiante, y Olver dijo que “el edificio del templo
estaba en condiciones absolutamente desastrosas”. Después de pasar un año allí,
la iglesia perdió el uso de su santuario principal que se encontraba en la planta
alta. Dijo Olver: “Se levantó una tormenta de viento y literalmente se llevó los
cristales de las ventanas. Estaba tan deteriorado, y lo que hicimos fue enmaderar
las ventanas, y, afortunadamente, había un piso bajo donde se encontraba lo
que se llamaba el auditorio de la escuela dominical desde el mismo día cuando
la escuela dominical se enseñaba básicamente a todo el grupo de una manera
simultánea”.
Un ejecutivo denominacional visitó Nueva York y le preguntó a Olver:
“Howard, ¿cuánto tiempo vas a desperdiciar tu vida en un lugar como Brooklyn?
Olver no respondió de viva voz, con su respuesta en su mente: “¿A dónde irás
después de aquí? No hay campo misionero más grande que la ciudad de Nueva
York, y me preguntas por qué estoy desperdiciando mi tiempo aquí”.
A diferencia de aquel ejecutivo, sin embargo, Olver aprendió de “un verdadero
profeta en la Iglesia Metodista Libre” quien “desafió el statu quo”, y entendió la
necesidad de los ministerios urbanos entre personas de diferentes razas y etnias.
“Existía un departamento de evangelismo inter-racial dirigido por Gilbert
James a fines de los 40 y bien entrados los 50”, dijo Olver, quien vio los esfuerzos
de James llevar a una iglesia y escuela que servía principalmente a afroamericanos
en Shreveport, Lousiana. “Gilbert James tuvo un gran impacto en mi vida. Él era
el profesor de la iglesia y sociedad en Asbury mientras yo estuve allí, y fue en una
clase intertérminos sobre técnicas de estudios comunitarios que él dirigía en
Minneápolis-St. Paul cuando decidí decirle sí a Dios con respecto a ir a la ciudad
y regresar a Brooklyn, y de hecho él pasó algunos intertérminos en Brooklyn,
motivando a los estudiantes a involucrarse en los ministerios en los que nosotros
participábamos.
“Mi llamado a
los ministerios
urbanos fue tan
motivador y
claro como es el
llamado de quien
sea al campo
misionero”.
— Howard Olver