“Confrontar nuestros propios
temores y morir a la necesidad de
tener el control es esencial en el
aprendizaje de cómo vivir en la luz”.
de personas cuidadosamente construidas diseñadas para
llenar las expectativas percibidas de otros. Mientras que
vivir de esta manera puede sentirse riesgoso al principio,
pronto descubrimos que es mucho más fácil vivir para una
audiencia de Uno, que continuamente tratar de anticipar lo
que otros quieren que seamos y luego tratar de llenar esas
expectativas.
Vivir en la luz también incluye la confesión de pecado.
La Palabra de Dios habla de confesión en dos esferas.
Primero, existe la esfera vertical. Confesamos nuestros
pecados a Dios porque nuestro pecado es finalmente en
contra suya. El fruto de la confesión vertical es el perdón
(1 Juan 1:9). Segundo, somos también llamados a confesar
nuestros pecados “unos a otros”. Quizás preguntes: “Si
Dios ya me ha perdonado, ¿por qué necesito confesarlo
a otros? Santiago responde esa pregunta al revelar que el
fruto de la confesión mutua es sanador (Santiago 5:16).
Si pensamos en la santidad en términos de integridad, el
cuadro se aclara. Cuando escondemos nuestro pecado (lo
mantenemos en las tinieblas) a la vez que intentamos hacer
que parezca como que vivimos en la luz, hay un sentido en
el que nuestras almas se fracturan. Pero cuando sacamos
nuestro pecado de las tinieblas a la luz, la integridad se
restaura, y somos libres del poder del pecado secreto para
vivir como personas completas (sanadas).
Por supuesto, esto no significa que todos tienen que
saber todo sobre mi vida, pero significa que en mi vida
no hay nada que alguien no conozca. Este es un ejemplo
de cómo los Protestantes sobre reaccionamos a la práctica
Católica Romana de la confesión sacerdotal. Mientras que
tuvimos razón en desafiar la idea de que necesitamos un
intermediario para llegar a Dios, fallamos en entender
el tremendo beneficio de llevar nuestro pecado a la luz,
tanto en la esfera vertical (divina) como a la horizontal
(humana).
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Vivir en la Luz
de Manera Relacional
Vivir relacionalmente en la luz comienza con la misma
manera en que hablamos unos con otros. La amonestación
de Jesús de “tu ´sí´ sea ´sí´, y tu ´no´sea ´no´, es un llamado
a hablar en maneras sencillas, claras y sin ambigüedad
(Mateo 5:37). De igual manera, cuando nos pregunten
cómo debemos responder a un hermano o hermana que
peca en contra de ellos, Jesús encargó a Sus discípulos a ir
directamente a la persona involucrada, llevando a otros a
la situación sólo si la manera directa falló en llegar a una
resolución (Mateo 18:15-16)-
Si Jesús insistiera en que tratemos con asuntos de pecado
directamente, seguramente nos diría que hiciéramos lo
mismo siempre que tengamos preguntas, preocupaciones
o desacuerdos con otros. El trato directo mantiene el
asunto en la luz y mantiene a Dios dentro del cuadro.
Operar en lo oscuro participando en chismes, calumnias,
triangulación, comunicaciones anónimas, o la creación
de alianzas, elimina del cuadro a Dios y abre la puerta a
nuestro enemigo. El resultado siempre es la pérdida de lo
mejor de Dios y algo trágicamente destructivo.
Si la Palabra de Dios es clara cuando trata sobre cómo
debemos operar relacionalmente, ¿por qué se nos hace tan
difícil hablar y tratar directamente unos con otros? El temor
y el control son dos probables obstáculos. El temor de la
confrontación en sí mismo es un desafío para muchos de
nosotros. El temor al rechazo, la traición e incluso el abuso
son también posibilidades muy reales. Mientras que el
mundo parece cada vez más obsesionado con la seguridad.
Dios parece estar más interesado por el crecimiento y la
madurez, mismas que casi siempre requieren cierta medida
de riesgo e incomodidad. Esta es la idea tras del ruego de
Pablo a los Efesios, de “crecer” a través del aprendizaje de
“hablar la verdad en amor” (Efesios 4:15).
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