Septiembre 2020 — pg. 7
Los primeros tres capítulos del Génesis describen un
mundo aun sin contaminar por los efectos del pecado. Una
de las más hermosas características de este mundo es la
armonía relacional que existe en ambos niveles, el divino
y el humano. Adán, sin problemas camina con Dios en el
fresco del día mientras su unión con Eva se describe en
términos que hablan de trasparencia (estaban desnudos) y
seguridad emocional. (no se avergonzaban). Viviendo en
la libertad de las tinieblas del pecado, Adán y Eva podían
ser transparentes porque no había nada que esconder ni
había nada que temer.
Hay algo muy dentro de nosotros que anhela que el
mundo de Edén que terminó tan abruptamente cuando el
pecado entró en escena. Sabemos muy bien que si es como
vivir en un mundo donde la transparencia ha cedido el
paso a hojas de higuera, y la seguridad se encuentra en un
escondite. Sin embargo, nosotros los cristianos preferimos
creer que algo del Edén ha sido restaurado porque Jesús
vino al mundo. Hablando de Él, Juan dijo: “En él estaba
la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz
resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido
extinguirla” (Juan 1:4-5).
Cuando yo era pastor de una iglesia local, uno de los
mantras de mi liderazgo era: “Dios opera en la luz; Satanás
opera en las tinieblas”. Esa convicción fue la base de uno
de nuestros más importantes valores operacionales como
iglesia: Mantenemos todas las cosas en la luz todo el
tiempo. Es también la fuerza importante detrás de una
de nuestras libertades denominacionales. B.T. Roberts y
los primeros Metodistas Libres prohibieron la membresía
en sociedades secretas porque creían que “los cristianos
deben mantenerse libres de seguir a Cristo y obedecer la
voluntad de Dios”.
En su documento de posición, “Por Arriba del Tablero”,
el Obispo Emérito Matthew A. Thomas trae esta convicción
del siglo 19 con un enfoque claro para la iglesia del siglo
21. Yendo mucho más allá del alcance de abstenerse de
la membresía en sociedades secretas. Thomas aplica el
principio de “vivir en la luz” a todas las cosas desde las
finanzas de la iglesia y las reuniones administrativas,
hasta las prácticas de las redes sociales. Al hacerlo, refleja
una verdad que se ejemplifica en la vida y enseñanzas de
Jesús y los Apóstoles; andar en la luz quiere decir incluir
cada aspecto de la vida de un creyente y de la comunidad
cristiana.
Jesús declaró que los que le pertenecen son la “luz del
mundo” (Mateo 5:14-16. Después de recordarnos que
hemos sido rescatados de las tinieblas y traídos a la luz
de Jesucristo, Pablo nos exhorta a “vivir como hijos de
luz” (Efesios 5:8). Juan desafía a los creyentes a siempre
escoger la luz en lugar de las tinieblas porque: “Dios es luz
y en él no hay ninguna oscuridad” (1 Juan 1:5). Y Pedro
firmemente declara: “Pero ustedes son linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios,
para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los
llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9)
“Vivir en la luz
comienza con
la integridad”.
Si no alcanzamos a entender la conexión entre la manera
en que operamos racionalmente y la naturaleza de Dios
como Alguien que está en la luz, probablemente vamos
a considerar la guía relacional como una regla restrictiva
en lugar de una guarda que nos protege y nos mantiene
alineados con el carácter de Dios y sus buenos propósitos.
Nosotros simplemente debemos entender que si elegimos
operar por fuera de estas guardas es similar a remover
un indicador de “bienvenida” a un enemigo cuya agenda
siempre es robar, matar y destruir (Juan10:10). De modo
que, ¿Qué te parece librarte de las tinieblas y vivir en la luz
en términos prácticos? Es posible que sería útil considerar
esa pregunta en tres niveles: personal, relacional, y
corporativo (la iglesia).
Vivir en la Luz de Manera Personal
En el nivel personal, vivir en la luz comienza con la
integridad. La integridad es como una rueda con muchos
rayos, mismos que están fijados en un solo buje. Los rayos
representan todos los roles y responsabilidades de mi vida.
El buje representa mi identidad central como un hijo muy
amado o hija de Dios y totalmente dedicado seguidor
de Jesús. Al grado de que cada aspecto de mi vida está
firmemente arraigado en esa identidad central. Soy libre
de ser la misma persona todo el tiempo y en todas las
situaciones, eliminando la necesidad de esconderme detrás