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al lugar en el que él vivía, y la violó apuntándole con
un arma en su cabeza. Cuando ella se fue de la casa de
aquel hombre le contó a su esposo, él le dio un cuchillo
de mantequilla y le dio que se regresara a las calles.
“Me fui a las calles llorando toda la noche. No quería
encontrarme con nadie”, dijo: “Yo siempre clamaba a
Dios”.
Ella entonces no era cristiana, pero clamó a Dios por
ayuda.
Su esposo decidió que se irían a Phoenix con el hijo de
ambos, y le prometió una nueva vida para ellos.
“Nos vamos a Phoenix. Tan pronto como llegamos
allá, me hizo salir del auto y me dijo: ´¡A trabajar!´”,
según recordó.
Un hombre la recogió, le puso un cuchillo en su
garganta, y trató de violarla. Algo más poderoso que ella
surgió desde adentro, y comenzó a luchar por su vida
por medio de sus palabras. El hombre la dejó ir. La llevó
al lugar en el que la había levantado.
Eventualmente ella convenció a su esposo que le
permitiera a ella y a su hijo regresar a Seattle para
alejarse de la temperatura de Arizona.
“Regresé a casa de mi madre, y nunca regresé a vivir
con él”. Dijo: ¿Pero mejoró mi vida? No, al contrario, salí
de una mala relación para caer en otra”.
Más Trauma
Cuando tenía 25 años, sus hermanas la convencieron
de salir con un hombre del que dijeron que era buen
muchacho, y con dinero. “fue el hombre más horrible en
la historia de mi vida”. Aquel veterano de Vietnam trató
de arrojarla de un vehículo en movimiento, y lanzarla de
una habitación de hotel de gran altura.
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Se mudó a un refugio
contra la violencia
doméstica, pero
e ventualment e
“regresé a aquella
violenta relación,
porque no tenía
ninguna otra parte a dónde ir”. Trató de cometer suicidio
tomando algunas píldoras, pero una voz – que ella ahora
cree que era del Espíritu Santo – inmediatamente le dijo
que tomara café. Ella luego le dijo a su abusador lo que
había hecho, y él la llevó al hospital en la misma calle,
donde los miembros del personal no creían que ella
hubiera tomado píldoras. Él continuó con su conducta
abusiva.
Probó otro refugio y luego ella – con los tres niños que
ahora tenía – se mudó a Oklahoma con una mujer que
había conocido en el refugio, pero su abusador le siguió
el rastro y la forzó a ella junto con sus hijos a regresar a
Seattle. En el camino de regreso, sin embargo, decidió
abandonarla a su suerte en el desierto. Después de
dejarla, ella clamó a Dios. Ella no conocía a Dios, pero
ella clamó, y el hombre regresó y la recogió.
En Seattle, ella y sus hijos se le fugaron al hombre. Un
abogado le ayudó a obtener una orden de restricción
para protegerla del hombre, quien nunca más volvió a
molestarla.
Encontrando a Jesús y a George
Amigos y miembros de su familia que la rodeaban
comenzaron a hacerse cristianos. Una mañana,
mientras caminaba, vio cómo el sol brillaba en el cielo y
se reflejaba en el edificio de una iglesia que estaba en la
misma calle más allá de otra iglesia.
“En serio, era de lo que Pablo habló”, dijo: “dentro de
mí, yo sabía que tenía que ir a la iglesia. Corrí a casa y
me cambié de ropa, y dije a mis niños: “Al rato regreso”.
Entró en la iglesia en la que se había reflejado el sol, y
“Ese día, recibí a Jesús
como mi Señor y Salvador,
y mi vida fue cambiada
y desde entonces, ya no
volví a ser la misma”.
se dio cuenta: “Todo este tiempo he estado clamando a
Dios, era a Jesús a quien yo necesitaba, y no tenía idea
de que, para poder llegar a Dios, necesitaba a Jesús.
Ese día, recibí a Jesús como mi Señor y Salvador, y mi
vida fue cambiada y desde entonces, ya no volví a ser la
misma”.
Unas semanas después de asistir a los servicios de
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