Junio 2020 — pg. 31
En el verano de 2016, experimentamos algunos
incidentes que esparcieron un estado de malestar
racial en nuestro país, a diferencia de todo lo que hayamos
visto en un buen tiempo. La idea de que el racismo y la
discordia racial eran cosa del pasado resultó ser falsa. De
alguna manera como la reciente furia por la balacera de
Ahmaud Arbery en el Condado Glynn, Georgia, los eventos
de julio de 2016 arrancaron la vendita de las heridas aún
abiertas que llevamos todavía el día de hoy en nuestro
condado. ¿Cómo va a responder la iglesia? Como cristianos,
¿Cómo vamos a reaccionar a las noticias, las fotos, el
inacabable chismorreo, y las constantes culpas?
El sábado 9 de julio de 2016, mi esposa, Andrea, y yo
visitamos al que era entonces pastor, Keith Cowart, y su
esposa Pamela, para orar y pedir al Señor que nos diera
respuestas a las preguntas mencionadas anteriormente.
¿Cómo vamos a guiar la Iglesia de la Comunidad de
Cristo como respuesta? ¡Debemos, como líderes de la
iglesia siquiera mencionar esto un domingo en la mañana?
¿Cómo lo haremos de una manera desafiante pero honrosa
a las familias de Alton Sterling y Philando Castile? ¿Cómo
reconocemos las muertes horribles de los cinco policías que
fueron baleados y asesinados en Dallas, Texas, en supuesta
represalia?
Quiero compartir con ustedes el mensaje que Dios nos
dio en aquel día porque creo que todavía es aplicable hoy.
También les quiero compartir algo que solamente yo vi
aquel domingo por la mañana y el resultado que yo creo es
vital a nuestro camino que tenemos por delante.
Después de algunas horas de oración, clamando y
escuchándonos unos a otros, teníamos un plan para ese
domingo en la mañana. Los cuatro compartiríamos la
plataforma para dirigir a nuestra iglesia en un tiempo de
oración por las familias de los fallecidos, en la lectura de
la Palabra (Santiago 1:19-20; Miqueas 6:8, 1 Corintios 13; 1
Juan 4:7-12) y en oración corporativa. Terminaríamos con
un tiempo de pasar la paz. Antes de seguir, debo decir que
yo creo que este es un paso crucial. Deberíamos liderar a
nuestra gente para abordar los problemas relacionados con
la unidad racial.
Dirigir de esta manera es especialmente cierto a la
luz de nuestro legado de ser Metodistas Libres. Nuestro
Libro de Disciplina declara: “Por tanto (a causa de nuestro
compromiso a la dignidad y valor de todos los seres
humanos), estamos comprometidos a cuidar activamente
siempre que los seres humanos sean menospreciados,
abusados, despersonalizados, esclavizados o sujetos a
fuerzas demoníacas en el mundo, sea por individuos o
instituciones (Gálatas 3:28; Marcos 2:27; 1 Timoteo 1;8-10)”.
En mi opinión, a menos que tomemos en serio las
palabras “cuidar activamente”, esta declaración en nuestro
Libro de Disciplina y el documento de posición resultante
no tendrían ningún significado.
El domingo 10 de julio de 2016, alteramos nuestro
servicio planeado, y por 23 minutos después de iniciada
la apertura de la adoración, ministramos en la manera ya
descrita arriba. Si tienes interés, puedes verlo aquí: https://
vimeo.com/174359702. En algún punto, me di cuenta que
un buen amigo mío salía del santuario con su familia.
Después del servicio pregunté a los demás que habían
estado presentes si habían visto que alguien había salido,
y nadie más lo vio. Yo esperaba que habría surgido alguna
emergencia, pero sospechaba otra cosa.
Lo llamé e hicimos un compromiso para reunirnos en
su casa. Él confirmó que había salido con ira y frustración
por lo que parecía que estábamos levantando una “cuestión
racial” y poniéndola de una manera tal que la aplicábamos
en él y en las personas que se parecían a él como villanos.
Estaba hastiado de ello, nos sentamos en su recibidor y
eventualmente a su mesa (con una buena comida). Compartí
con él que yo también me sentía cansado – cansado de ver
incidentes de violencia contra personas de color y que no
se atendían. Me sentía cansado de ver la opresión y trato
injusto de personas que tenían la misma apariencia que yo.
Estaba cansado del mudo silencio de la iglesia. No salimos
aquel día como si nada hubiera pasado, pero creo que por
habernos sentado a su mesa y hablado cara a cara, seguimos
siendo amigos hasta el presente. Las vidas de ambos han
cambiado como resultado de la gracia de Dios. (Él me
permitió compartir nuestra historia con los lectores el día
de hoy). Seguimos siendo amigos, y él ha seguido siendo un
miembro comprometido.
Cuando tengamos una preocupación activa, tomaremos
tiempo para hablar con, no a reclamar, unos con otros.
Nuestra comunicación no es solo por los canales de las
redes sociales, no solo en textos y correos electrónicos, no
en nuestra opinión personal que compartimos sólo con
personas que tienen la misma apariencia, piensan, y actúan
como nosotros. Más bien, buscamos oportunidades de
poner nuestros pies debajo de la mesa de otra persona y
escuchar y hablar (la buena comida es ganancia) Aunque
quizá no podamos tener una reunión en persona debido al
COVID-19, podemos comenzar con reuniones virtuales.
¿Cuándo fue la última vez que tuviste a algún invitado a
tu casa para comer juntos, que no tenía la misma apariencia
que tú? ¿Cuándo fue la última vez que le pediste a alguien
ir a la casa de alguien que no tenía la misma apariencia, que
no vota o que no piensa como ustedes? Es mi oración que
lo intentes. Dios desea derramar Su gracia, pero debemos
reconocer nuestra identidad en Él, de humillarnos, buscar
Su rostro, y volvernos de nuestros malos caminos. Luego
Él oirá desde los cielos y sanará nuestra tierra (2 Crónicas
7:14). +
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