Junio 2020 — pg. 17
Hace cuatro años visitamos Riverside para conocer la ciudad y orar
por si Dios nos estaba guiando hacia nuestra siguiente asignación
como co-pastores de una iglesia. Cuando llegamos en nuestro
automóvil a Kimchichanga la primera vez, sentimos que llegábamos
a casa. Sentimos en nuestros corazones un extraño calor cuando
comíamos en aquel restaurant que había tomado lo mejor de lo mejor
de las comidas de nuestras dos culturas y las había unido para crear
un burrito coreano gigante frito. Fue como un ingrediente mágico
que ni siquiera habíamos notado que faltaba en nuestras vidas, y
que nos había sido introducido por primera vez en la combinación
más especial para producir un nuevo sabor. Riverside se encuentra
a una hora de Los Ángeles, y a través de los años, las influencias de
la cocina y cultura asiática y mexicana le han dado sazón a la ciudad
con sus muchos sabores y condimentos. Cuando sentimos antojo
por tacos, tenemos que decidir entre los tacos coreanos, los tacos
japoneses, los tacos de pescado, los tacos callejeros mexicanos, o sólo
tacos sencillos rápidos. La variedad de comidas en nuestra ciudad
es asombrosa y señala solamente a un ejemplo de la diversidad de la
gente y las culturas de Riverside.
Cuando recorrimos la ciudad, Joe estaba emocionado de ver los
autos arreglados en los garajes y las barberías retro. Soo Ji estaba
enamorada del clima soleado y templado, y los muchos cafés de té
de boba. Nos enamoramos con la comunidad en la que se localiza
nuestra iglesia y de saber que Dios plantó nuestra iglesia en una
comunidad llena de personas de todos colores, trasfondos, culturas,
etnicidades y clases socioeconómicas con un propósito: hacer
discípulos de todas las personas y naciones por medio del ministerio
de la reconciliación. Creemos en reconciliar a las personas con Dios,
y los unos con los otros.
Nosotros creemos que las iglesias locales deben reflejar la
diversidad y la etnicidad de sus comunidades a fin de alcanzar a todas
las personas con todo el evangelio. En un mundo dividido, desgarrado
y sangrante debido a sus retóricas de odio, conceptos políticos
hostiles y el incremento de los crímenes de odio, creemos que la
mejor manera de demostrar el corazón de Dios para todo el pueblo es
que las iglesias se conviertan en lugares que involucren la adoración,
el discipulado y la transformación para todas las personas. Deben
ser derribadas todas las barreras entre grupos de población para
que el pueblo de Dios se reconcilie entre sí, y finalmente con Dios.
El cristianismo nunca ha sido definido como sólo una relación de
“Dios y yo”. La salvación nunca ha sido así de egocéntrica, narcisista,
o una doctrina que monopoliza la opinión como la predicamos hoy.
Siempre se ha tratado sobre morir al yo y alcanzar a otros que son
muy diferentes a nosotros.
“Porque Cristo es nuestra paz: de los dos pueblos ha hecho un
solo, derribando mediante su sacrificio el muro de enemistad que
nos separaba, pues anuló la ley con sus mandamientos y requisitos.
Esto lo hizo para crear en sí mismo de los dos pueblos una nueva
humanidad al hacer la paz. Para reconciliar con Dios a ambos en un
solo cuerpo mediante la cruz, por la que dio muerte a la enemistad.
Él vino y proclamó la paz a ustedes que estaban lejos y la paz a los que
estaban cerca. Pues por medio de él tenemos al Padre por un mismo
Espíritu” (Efesios 2:14-18).
Un Mosaico Colorido
El Apóstol Pablo nos recuerda en Efesios que Jesús reconcilió a
judíos y a gentiles y los hizo un cuerpo por medio de la obra de la
cruz. ¿Cuánto más está muriendo Jesús para hacer esto por diferentes
grupos de población en nuestro mundo el día de hoy? Debemos
continuar derribando las barreras que nos estorban para que no
seamos la humanidad que Dios quiere que seamos en Jesucristo.
El pecado no discrimina, pero por alguna razón, como seguidores
de Cristo nosotros lo hacemos. Continuamos discriminando en
contra de otros sobre la base del color de piel, etnicidad, género,
discapacidades o clase social. Menospreciamos a las personas y nos
inconformamos por algún rasgo de su lenguaje, cultura o tradiciones
que nosotros no comprendemos. Si nuestras iglesias están llenas de
preferencias y faltas de unidad en cuestiones de raza, ¿cómo podemos
ofrecer la esperanza del evangelio a un mundo que está tratando
de respetar y celebrar el trasfondo cultural de los demás y que cree
que las personas pueden hacerlo sin la centralidad del evangelio de
Jesucristo? Como seguidores de Cristo, debemos vivir conforme al
evangelio de paz, no sólo predicar acerca de ella o leyendo sobre ella
en un artículo de revista.
En la Biblia, los olivos fueron usados como símbolos del pueblo
de Dios que se dividió en dos reinos, Israel y Judá (Jeremías 11:16)
¿Los que son de una raza diferente pueden igualmente ser parte del
pueblo de Dios? Pablo escribe a los gentiles para que sepan que en
el momento en que ellos acuden a la fe en Jesús, se convierten en
parte del árbol de olivo de los judíos. Los gentiles son injertados en
el árbol y asumen el linaje de Jesucristo cuando se adhieren a la fe en
Cristo (Romanos 11:24). No importa cuál sea tu trasfondo, somos
verdaderamente uno en Cristo, un grupo de personas, una raza,
juntos todos para representar plenamente al Dios quien murió por
todas las naciones.
¿Podría ser que Adán y Eva – como la primera pareja en ser hecha
a la imagen de Dios – fueran la pareja de piel clara y pelo castaño
que crecimos viendo en nuestras Biblias infantiles? ¿Podría ser que
uno de ellos era de piel clara con pelo medio rubio, y el otro de piel
oscura con pelo negro rizado? ¿Podría ser que la familia de Dios y Su
espíritu de calidad de hijo y adopción son mejor representados en
“Nosotros creemos que
las iglesias locales deben
reflejar la diversidad y la
etnicidad de sus comunidades
a fin de alcanzar a todas
las personas con todo el
evangelio”.