Libre), Tenía 26 años y pastoreaba una iglesia que no tenía
jóvenes, de modo que empecé un ministerio recreativo
para tratar de conectarme con los jóvenes locales. Casi de
la noche a la mañana tenía una docena de adolescentes
viniendo a la iglesia cada semana a jugar baloncesto en la
cancha detrás de la iglesia. Para no hacer la historia muy
larga, cuando los líderes de la iglesia se dieron cuenta
que algunos de los muchachos eran de color, insistieron
en que les tenía que decir que no debían regresar, y me
informaron sobre “nuestras” políticas de que “sólo se
permite a nuestros miembros y sus invitados permanecer
en nuestra propiedad”. Dejé mi primer pastorado porque
no podía estar de acuerdo en esas políticas. En ese
momento, les habría dicho que mi voluntad de tomar una
posición pública a costa personal era una clara evidencia
de que estaba haciendo mi parte para defender la unidad
racial. Hoy les diría que eso no era sino sólo un paso más
en mi peregrinaje de aprender lo que realmente significa la
unidad racial.
En 1997, Dios nos llevó a Pam y a mí a la Iglesia
Metodista Libre y a una asignación para plantar la Iglesia
Comunidad de Cristo, en Columbus, Georgia. Desde
el principio, una de nuestras metas era ser una iglesia
racialmente diversa. Aunque eso casi ni se mencionaba en
nuestra ciudad, yo estaba convencido de que mi trasfondo
me había preparado para dirigir una iglesia de ese tipo.
Una vez más, yo no tenía idea de cuan compleja sería la
siguiente fase de mi peregrinaje, o cuánto tendría Dios
que trabajar conmigo. Pero fue allí, mientras comíamos
juntos, visitábamos las casas unos de otros, abríamos
nuestros corazones y llevábamos unos las cargas de los
otros, y nos arriesgábamos a sostener aquellas difíciles
conversaciones, cuando experimenté por primera vez el
don de una comunidad racial diversa. Sin ninguna duda,
cometimos errores y perdimos oportunidades, pero luego
fui elegido superintendente en 2018, Pam y yo dejamos una
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congregación hermosamente diversa que recibió con gran
entusiasmo a un pastor afroamericano como mi sucesor.
Algunos Descubrimientos en el Camino
Espero haber dejado bastante claro que no he “llegado”
en lo que respecta a mi comprensión y experiencia de la
unidad racial. Todavía estoy en un viaje y aprendiendo
todo el tiempo, pero felizmente compartiré algunos
descubrimientos que hemos hecho en el camino (hasta
ahora).
Lo primero que aprendimos en la Comunidad de Cristo
en lo que tiene que ver con la unidad racial fue el poder
de la oración. Honestamente me motiva a admitir que
no vimos ningún progreso en la diversidad racial en los
primeros dos años a pesar de los esfuerzos intencionados
de dirigirnos racialmente a las comunidades diversas.
En nuestra frustración, clamamos a Dios en una semana
de oración sacrificial, pidiendo específicamente por un
arranque en la diversidad racial. Durante los siguientes
meses, algunos Afroamericanos aparecieron para la
adoración, la mayoría de ellos diciendo que habían venido
“porque Dios me dijo que viniera a esta iglesia”. En algunos
casos, ni siquiera ellos sabían en lo que se estaban metiendo
cuando entraron por nuestras puertas y descubrieron una
congregación abrumadoramente blanca. ¡Dios estaba
respondiendo nuestras oraciones!
También aprendimos que el crecimiento en la unidad
racial se da mejor en el contexto de la relación. Uno
de los dones más grandes de una comunidad diversa
es que podemos ayudarnos unos a otros a ver nuestros
puntos ciegos, esas áreas de pecado, quebranto, y malos
pensamientos que se arraigan tan profundamente que
no los podemos ver. Pero al ayudarnos unos a otros a ver
nuestros puntos ciegos es sólo un don cuando se ofrece
en el contexto de la confianza. Y la única manera de crear
confianza es aprender a conocernos unos a otros en un
nivel profundo. Los corazones se ablandan y las mentes
se abren cuando escuchamos las historias los unos de los
otros. Al mismo tiempo, comenzamos a responder los
unos a los otros. Poco a poco, nuestros ojos son abiertos,
“Yo estaba convencido
de que mi trasfondo
me había preparado
para dirigir una iglesia
de ese tipo. Una vez
más, yo no tenía idea
de cuan compleja sería
la siguiente fase de mi
peregrinaje”.
“Las personas quieren
ser conocidas y amadas
como personas, no
como remaches sobre el
cinturón de una causa”.
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