Junio 2020 — pg. 7
En esta edición de LUZ Y VIDA, estamos publicando
un documento de posición sobre la “Unidad Racial”,
respaldado por la Junta de Obispos. El propósito de estos
documentos de posición es el de proveer a los pastores
e iglesias con declaraciones que expresen claramente
nuestras convicciones teológicas y doctrinales sobre
problemas críticos de nuestro tiempo. Estas declaraciones
en particular tienen importancia especial para nosotros
como Metodistas Libres a la luz del hecho de que “una
de las libertades claves en las que nuestros fundadores se
pusieron firmes fue en la libertad de todas las razas, de
adorar y vivir juntas”. La introducción de este documento
finaliza con una declaración que refleja nuestra realidad
actual y seguidamente hace una pregunta crítica:
“Desafortunadamente, la tensión a lo largo de las líneas
raciales es una realidad continua para la iglesia. ¿Cómo
nos alineamos con el evangelio para crear agencia para la
equidad e inclusión de todas las razas?”
Esa es una pregunta que me he estado haciendo por
casi 30 años de ministerio pastoral. Pablo proclama
resueltamente: “Porque Cristo es nuestra paz, de los dos
pueblos ha hecho uno solo, derribando mediante su
sacrificio el muro de enemistad. … Esto lo hizo para crear
en sí mismo de los dos pueblos una nueva humanidad al
hacer la paz” (Efesios 2:14-15).
Escucho y creo que esta declaración es la verdad absoluta.
Jesús hizo posible la unidad racial. Jesús es nuestra paz.
Jesús ha destruido la pared divisoria de la hostilidad.
Jesús nos ha hecho uno. Sin embargo, en muchas maneras
seguirnos luchando como seguidores de Jesús, en vivir de
acuerdo a esta verdad en la práctica. Así que, ¿Cómo nos
alineamos con el evangelio en lo que tiene que ver con
la unidad racial? Aunque es cierto que la respuesta no se
limita a una sola contestación, he llegado a creer que la
unidad racial se cultiva mejor en el contexto de una iglesia
local racialmente diversa.
Si legislándola, escribiendo, o hablando sobre ella
públicamente pudiera producir la unidad racial, ya la
tendríamos. Claramente no es así. El concepto de la
unidad racial no es difícil de entender, pero vivirla es otra
historia. El reto es que no podemos empezar a entender
cómo vivirla fuera del contexto de la diversidad racial. Así,
si los seguidores de Jesús esperamos realizar la promesa
de la unidad racial y demostrarle al mundo que Jesús es el
camino, tenemos que hacerlo en la iglesia local.
Esa convicción ha sido forjada en el horno de mi propio
peregrinaje personal.
Mi Historia
Crecí en un pequeño pueblo en el suroeste de Georgia,
en el corazón de una zona de granjeros. Sin ninguna duda
había racistas declarados entre nosotros, pero mis padres
fueron muy cuidadosos en mostrar respeto por todas las
personas y demandaban lo mismo de mi parte. Cuando
llegó el tiempo de que yo comenzara a ir a la escuela, mis
padres decidieron no enviarme a la escuela privada para
puros blancos que recién se había abierto en el mismo
camino. En lugar de eso me enviaron a la única escuela
pública del condado que se acababa de integrar el año
anterior.
Como estudiante de primer grado, formando parte de un
salón de clase racialmente diverso, para mí no era extraño
porque nunca había conocido ninguna otra realidad.
Pasaría los siguientes 12 años con muchos de los mismos
compañeros de clase, y en gran parte, aprendimos cómo
llevarnos bien. En el campo del atletismo, hicimos más
que eso. Aprendimos en el calor de la competencia, que
todos éramos hermanos con el mismo objetivo. Cuando
me gradué de la Escuela Preparatoria del Condado de
Calhoun, te diría que no había problemas en la cuestión de
las razas. Yo habría justificado ese sentimiento afirmando
que la mayoría de mis amigos eran de color, pero ahora
que el tiempo ha pasado, es claro para mí que nuestra
“amistad” jamás fue más allá de los linderos de la escuela.
Nunca nos visitamos unos a los otros. Nunca pasamos
tiempo juntos algún fin de semana. Y definitivamente, no
asistíamos a la misma iglesia.
Unos años después, me vi sentado en una clase de
ética en el Seminario Teológico Asbury discutiendo la
maravillosa autobiografía de John Perkins; “Que la Justicia
Ruede”. Ese libro me llegó hasta lo profundo. Me di cuenta
de que había pasado toda mi vida alrededor de personas
de color, pero no tenía idea lo que era realmente ser una
persona de color en mi propio país. Salí del seminario con
una clara convicción de que Dios me estaba llamando a
algo mucho más profundo que solamente “llevarnos bien”.
Esa convicción inmediatamente fue puesta a prueba
en mi primer pastorado (no era en la Iglesia Metodista
“¿Cómo nos alineamos
con el evangelio para
crear agencia para la
equidad e inclusión de
todas las razas?”