Diciembre 2020 — pg. 17
Incrusta el mensaje de la cruz
Como las ruedas de un pesado camión que quedan
en un camino fangoso, o la huella de una hoja de árbol
fosilizada, el intento era incrustar el mensaje de la cruz
en nuestras vidas. Una cosa es abrazar el mensaje, pero
incrustar el mensaje es otra cosa.
“Yo quiero a Cristo en mí. Anhelo que mi ser lo refleje.
Me someto a Su autoridad. Estoy listo para morir, para
que Cristo pueda vivir en y por medio de mí”. Una cosa
es ser salvo, pero otra es ser santificado. Los corintios
escucharon acerca de la cruz, pero no fueron un mensaje
viviente. Pablo les recordó que Él vino como ese mensaje
viviente para que ellos lo siguieran.
¿Cuáles mensajes “viven” en nosotros? ¿Qué invitamos
a otras personas que reflejen?
En este Adviento, procura
que la cruz esté incrustada en
tu vida. Santifícate en todo
y por todo, sometiéndote al
Niño Rey quien vino con la
cruz incrustada en Su propio
ser.
Involucrate en el
mensaje de la cruz
Mientras que nosotros
tendemos a honrar la
confianza individual y la
capacidad en nuestra cultura,
Jesús honra la debilidad
humilde, el temor humilde, y
el temblor humilde. Él honra
lo que modeló para nosotros
en el Jardín de Getsemaní
mientras oraba. Nos honra
cuando nos salimos del
camino de tal manera que
Él se pueda manifestar en
nuestras vidas.
Jesús enfrentó a la cruz. Sea
que fuera lo áspero del heno
en el pesebre, o lo áspero de la
roca y la madera que utilizó como carpinterio, o lo áspero
de la madera de la cruz y el peso de la misma, y todo lo
que representaba. La vida de Jesús estuvo marcada por
interacciones ásperas y persistentes. Nos encogemos por
las inconveniencias mientras que Jesús aceptó tocar lo
inmundo y áspero. Para nosotros, nuestra “muerte” es al
yo. La cruz tiene que tenernos a todos nosotros para que
podamos tenerla a ella.
El Adviento será transformado en un tipo enteramente
diferente de celebración para nosotros mientras de todo
derecho colocamos la cruz en el centro.
“Pues la locura de Dios es más sabia que la sabiduría
humana, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza
humana. Hermanos, consideren su propio llamamiento:
No muchos de ustedes son sabios, según criterios
puramente humanos; ni son muchos los poderosos ni
muchos los de noble cuna. Pero Dios escogió lo insensato
del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil
del mundo para avergonzar a los poderosos. También
escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es
nada, para anular lo que es, a fin de que en su presencia
nadie pueda jactarse. Pero gracias a él ustedes están
unidos a Cristo Jesús, a quien Dios ha hecho nuestra
sabiduría –es decir, nuestra justificación, santificación y
redención—para que, como está escrito: ‘Si alguien ha de
gloriarse, que se gloríe en el Señor’” (1 Corintios 1:25-31).
El pueblo de Adviento es pueblo de la cruz.
Señor Jesús. Tú que fuiste sacrificado desde antes de
la fundación del mundo, Recibe hoy nuestras oraciones.
Venimos juntos pidiendo morir para nosotros mismos.
Confesamos nuestra negativa a caminar en Tus caminos,
llevando Tu cruz.
Buscamos Tu misericordia para perdonarnos y
purificarnos. Pero aún más, Señor Jesús, venimos y
grabamos nuestra imagen de la cruz sobre nuestro propio
ser, que podamos ser un mensaje vivo, igual que Tu siervo
Pablo. Permítenos ser personas de debilidad, temor y
gran temblor, y saberlo es tener Tu poder surgiendo de
nuestra debilidad.
En este Adviento transfórmanos por medio de la cruz.
En el poderosísimo nombre de Aquel que fue
sacrificado desde antes de la fundación del mundo —
Jesús — Amén. +