Lydia Choi es esposa,
madre de tres niños, y
pastora. Ella ha estado
sirviendo en el ministerio
por 20 años en diversos
escenarios incluyendo
iglesias multiétnicas,
plantaciones de iglesia,
iglesias pequeñas,
grandes y multisitios.
Ella es asesora de
ministerios en Ministry
Architects y pastora
asociada en el campus en
la Iglesia Timberlake en
la parte este de la región
de Seattle.
Diciembre 2020 — pg. 11
Mientras Estoy
al Pie de la Cruz
Por Lydia Choi
“Ven”, dijo Jesús, me bajé del bote, caminé sobre las
aguas y me dirigí hacia Jesús. Pero cuando vi el viento,
tuve miedo, y al comenzar a hundirme, clamé: “¡Señor,
sálvame!”
Todos pasamos por nuestras propias tormentas, pero
hay tormentas que vienen en la dirección de una mujer
en el ministerio. En las tormentas de la vida, me he visto
aferrándome al evangelio de Jesucristo mientras me siento
al pie de la cruz. Juan 3:16–17 dice: “Porque tanto amó Dios
al mundo que dio a su hijo unigénito, para que todo aquel
que en él crea no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios
no envió a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino
para salvarlo por medio de él”. ¡Sí! Jesús vino al mundo para
salvarnos.
El año de 2020 ha sido un año difícil para muchos de
nosotros. Este año es también mi 20º. Año en el ministerio,
y es el año en que me convertí en la primera presbítero
ordenada por la Conferencia Alcance de la Iglesia Metodista
Libre. Estaba en el noveno grado de un viaje misionero
en Tijuana, México, cuando Dios me llamó al ministerio.
Mientras crecía, había conocido una o dos mujeres asiáticas
pastoras, y estaba emocionada de convertirme en una. Me
sentía apasionada sobre mi nuevo llamado que serví en todos
los ministerios de mi iglesia.
En mis años de adolescente, y mientras estudiaba en
el colegio, me ofrecí como voluntaria en el ministerio de
niños, de jóvenes, en el grupo de alabanza, el coro de la
iglesia y como cocinera. Fui a todos los viajes misioneros que
organizó nuestra iglesia. Durante la escuela preparatoria,
incluso inicié un grupo de oración los miércoles por la
mañana en mi escuela. Invité a todos los que yo sabía que
eran cristianos para asistir al grupo de oración. Pronto tuve
amigos que no asistían a la iglesia, ¡e incluso amigos budistas
que se unieron al grupo de oración! Aún puedo recordar la
alegría que sentí cuando una amiga no cristiana me preguntó
cómo podía llegar a ser cristiana. Le facilité mi Biblia por el
fin de semana y le aconsejé que leyera los evangelios. El lunes
siguiente, vino emocionada a la escuela para decirme que
había decidido ser una seguidora de Cristo. Estábamos de
pie junto a nuestros lockers y justo antes de que se iniciaran
las clases, oramos juntas.
En la escuela preparatoria, hice un mapa de mi vida,
planeaba asistir a una Universidad Cristiana, luego el
seminario, encontrar un primer empleo en el ministerio y
un esposo, casarme a los 24, y tener hijos para comenzar
a ministrar. Todo salió de acuerdo a mi plan. Conocí a mi
esposo, David, en el seminario al que asistíamos. El Colegio
Regent en Vancouver, Canadá. David era estudiante de
Maestría en Divinidad en busca de un ministerio pastoral.
Nos casamos después de la graduación de David y servimos
juntos como pastores. Hubo triunfos y dificultades en el
ministerio, pero un problema en particular fue muy difícil
de superar.
Estábamos sirviendo en una iglesia grande que tenía
congregaciones, coreana, china, y de habla inglesa. David era
el pastor de ministerio de habla inglesa, y yo era pastora de
niños para la congregación coreana. Cuando me di de alta de
la maternidad por mi tercer embarazo, los líderes de la iglesia
me pidieron renunciar como pastora, para convertirme en la
esposa del pastor como todas las otras esposas de pastores
en la iglesia. Me dijeron que era el momento para que yo
apoyara el creciente ministerio de mi esposo.
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