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atraídas a iglesias en que los miembros fueran similares
a ellas.
“Muchos de nosotros sentíamos apasionada y
claramente que esta diversidad era lo que Dios quería
y que debíamos permanecer juntos – toda la parentela,
cada tribu, cada nación que alababa y adoraba a Dios
en conjunto”, dijo Saylor, quien añadió que CUE atrajo
a mujeres en el ministerio junto con minorías raciales
y étnicas que no estaban recibiendo autoridad ni
reconocimiento en ninguna otra parte. “Teníamos qué
orar intensamente unos por otros”.
Aunque CUE y FMUF ya no están activos, su
trabajo condujo al lanzamiento de una fuerza de tarea
afroamericana, que luego se convirtió en la Red del
Legado Africano, y la Red Latina.
Brooklyn, Nueva York
Después de terminar la escuela superior, Saylor se mudó
al barrio de Brooklyn, de la ciudad de Nueva York en 1976,
el mismo año en que CUE se llevó a cabo en esa ciudad.
Ella trabajó en Brooklyn en áreas tan diversas como la
educación cristiana, ministerios de discipulado y oración.
Trabajó con algunos equipos de pastores mientras que a
la vez alcanzaba a personas de diferentes edades mediante
un ministerio de mujeres, y dirigiendo un día de campo
con niños, y realizando clínicas. Se volvió muy activa en el
movimiento de Conciertos Internacionales de Oración y
supervisó toda la participación de las iglesias de Brooklyn.
“Yo sufría por mi amor por la ciudad. Era algo increíble”,
dijo Saylor: “Brooklyn realmente era mi tierra prometida”.
Se relacionó con los pastores de Brooklyn, como el
autor Jim Cymbala, el pastor principal del Tabernáculo
de Brooklyn, quien compartió acerca de Jeremías 29, e
hizo énfasis en cubrir la ciudad y orar por su bienestar y
prosperidad.
Su trabajo con niños le sirvió para llegar a personas
que de otra manera no hubieran hecho contacto con los
Metodistas Libres.
“Un programa de mentoría y de restauración siempre
es necesario, y es algo que abre puertas. Yo pude entrar
en hogares en los que nadie podía entrar simplemente
porque yo era maestra y me preocupaba por los niños”,
dijo.
Saylor comenzó a estudiar español en el séptimo grado,
y también tomó clases de español en la universidad. Ella
recibió instrucción adicional en un instituto en Costa
Rica que entrena misioneros con vistas a trabajar en
naciones de habla española. En lugar de ir a un campo
misionero extranjero, Saylor regresó a Brooklyn donde su
conocimiento del español le ha servido mucho.
Una de las beneficiarias de su ministerio multicultural
en Brooklyn fue Maritza Leonhard. “La primera vez que
vi a Donna fue cuando yo era muy pequeña. Yo asistía
a la Iglesia Metodista Libre en la Calle 16, en Brooklyn”,
Leonhard le dijo a LUZ Y VIDA. “Algunas personas dicen
que a fin de que alguien realmente se abra paso en este
mundo todo lo que se necesita es que alguien te ´vea´. Yo
creo que Donna fue esa persona para muchos de los niños
y sus familias en nuestra comunidad. Ella me vio a mí, vio
a mi familia, y nos amó a pesar de nuestras muchas fallas.
Fue por amor por los demás que eventualmente llegué a
conocer a Jesús”.
Leonhard dijo que Saylor se aseguró que ella y su familia
pudieran asistir a los eventos de la iglesia.
“Ella también se aseguró de que nosotros tuviéramos
acceso a programas que pudieran tener un impacto
positivo en nuestras vidas – programas como el que
eventualmente nos conectaría con mi ´familia adoptiva´,
la familia que más tarde sería mi mayor sistema de apoyo
en esta vida”, dijo Leonhard. “Ella abrió las puertas para
mí y mi familia, y luego procedió a guiarnos mientras
atravesábamos el umbral de esas puertas”.
Saylor se aseguró que Leonhard y muchos otros
niños asistieran a un campamento cristiano de verano
en Pennsylvania, y Saylor sirvió como la consejera de
Leonhard por un año.
“Yo era muy joven cuando tuve que tomar un papel
parental para mis hermanos más chicos. Tuve qué ser un
adulto cuando debía seguir siendo una niña. Fue en el
campamento cuando yo me sentí de lo más libre como
una niña”, dijo Leonhard, quien recordó que tenía que
cumplir con una tarea por ignorar la orden de Saylor,
de dejar de hablar después de ir a la cama. “No sólo
sufrí las consecuencias, sino que se quedó haciéndome
compañía mientras hacía aquella tarea. Recuerdo cómo
amorosamente me dijo por qué era necesario terminar la
tarea. Recuerdo que pensé siendo una niña, que, aunque
estaba siendo castigada, ella seguía amándome, igual
como Cristo nos amó a pesar de nuestros pecados”.
Leonhard dijo que ella y los miembros de su familia
algunas veces al levantarse encontraban una bolsa llena de
ropa y alimentos en su puerta, y ellos sabían que aquella
bolsa provenía de Saylor y otros líderes de la iglesia.
“Nuestra comunidad tenía muchos de los bien
conocidos problemas que trae consigo vivir en la pobreza,
pero en mi mente infantil, yo no tenía temor de mi
comunidad. Mi comunidad se sentía segura, y se debía
porque a menudo veía a los líderes de la iglesia y Donna
en el exterior del edificio de la iglesia”, dijo Leonhard:
“Creo que los veía más afuera del edificio de la iglesia que
dentro de ella”.
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