Agosto 2020 — pg. 15
las relaciones fueron todo un éxito, y muchas se perdieron
después de algunos intercambios.
Pero lo que pasó es que cada una de las chicas tenía una
amiga mayor en la iglesia que oraba por ella, aunque no lo
supiera. Estas muchachas que nunca habían cruzado la puerta
de una iglesia en un domingo en la mañana comenzaron a
participar en la iglesia por primera vez. Mujeres de 50, 60, 70,
y hasta de 80 años se detenían en mi oficina cada semana para
contarme cómo oraban por su amiga adolescente. Una de las
mujeres incluso se dio a la tarea de orar diariamente por todas
y cada una de las chicas por nombre. No había división, ni
contienda, sólo amor.
Menciono eso sólo como un ejemplo del valor que esas
relaciones intergeneracionales pueden llevar a una iglesia. A
menudo pensamos que nuestros jóvenes no quieren nada con
el cuerpo de la iglesia en general, pero me he dado cuenta
que nada puede ser más alejado de la verdad. Los jóvenes de
una familia eclesiástica pueden causar un impacto duradero.
Incluso podemos pensar que nuestros viejos no quieren saber
nada de las generaciones jóvenes porque no pueden entender
esa “tecnología novedosa”.
Pero la verdad es que muchas de esas personas están
buscando relaciones significativas que pueden no haber
disfrutado por mucho tiempo, y compartir la vida con un
adolescente puede despertar un nuevo gozo en sus vidas. Mi
nueva meta en mi ministerio es mostrar a mis jóvenes que
ellos son parte de un cuerpo mayor lleno de ricas tradiciones.
De igual manera, quiero ayudar a los adultos en mi
congregación a que comprendan que más allá de los domingos
en la mañana se extiende toda una cosecha de discípulos y
líderes.
El cuerpo de Cristo está diseñado para ser una experiencia
comunal. Veamos lo que pronostica el profeta Joel sobre la
iglesia venidera: “Después de esto, derramaré mi Espíritu
sobre todo el género humano. Los hijos y las hijas de ustedes
profetizarán, tendrán sueños los ancianos y visiones los
jóvenes. En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre los
siervos y sobre las siervas” (Joel 2:28-29).
El profeta predijo una iglesia que atravesaría las líneas
étnicas, de género y generacionales. Mientras más barreras
podamos derribar entre las generaciones de la iglesia, será
mejor para nosotros. No todas las barreras serán consideradas
una gran ganancia. Algunas veces los más pequeños gestos son
los que se escuchan con más volumen.
Pastores principales, su trabajo no es simplemente un rol de
ministerio para adultos. Reconozcan a los jóvenes en el cuerpo,
aun con solo aprender sus nombres. Nada dice: “te vemos y
te valoramos”, más que simplemente conocer a alguien por
nombre.
Pastores de jóvenes, su trabajo no es solo reírse con los
adolescentes. Busca a los adultos en tu iglesia. Pídanles orar
por ustedes. ¡Pídanles unirse con ustedes en el ministerio!
Algunos de mis mejores voluntarios han sido personas
mayores de 60 años.
Pastores de alabanza, su trabajo es más que solo involucrar
a los mileniales en la más reciente cartelera de primeros
lugares musicales. Recuerden los himnos y tradiciones de sus
miembros mayores, y enséñenlos a los miembros más jóvenes.
Esta no es una misión que puede ser alcanzada sólo por un
solo miembro del personal. Ni siquiera es una misión que todo
el conjunto del personal puede resolver. Ninguna persona o
grupo será el boleto de oro para hacer crecer nuestras iglesias.
Va a necesitarse un esfuerzo coordinado y consciente en bien
de todo el cuerpo. Si nuestras iglesias no pueden atravesar
la barrera generacional dentro de la sociedad, ¿quién más
puede?+
“A menudo pensamos que
nuestros jóvenes no quieren
nada con el cuerpo de la
iglesia en general, pero me he
dado cuenta que nada puede
ser más alejado de la verdad”.