“Pretendemos una justicia que no
está completamente allí. Ofrecemos
la suficiente honestidad para dar la
impresión de ser sinceros, pero no lo
suficiente como para realmente estar
expuestos”.
Noviembre 2020 — pg. 15
La mentira, Materialismo. Lascivia. Orgullo.
Pornografía, Chisme. Adulterio. Estas palabras (y
otras parecidas) describen experiencias en las que
muchas personas se involucran públicamente o en secreto.
Incluso pueden expresar áreas en las que algunos de nosotros
personalmente tenemos luchas, sea que lo admitamos o no.
Pero a la vez, las Escrituras, e incluso las palabras de Jesús
nos describen con la promesa profética: más que vencedores,
una nueva creación, hijos de Dios, ciudadanos del cielo,
santos, sal, luz. ¡Estas palabras describen a cualquiera que
haya puesto su fe en Jesucristo como Salvador y Señor! Sin
embargo, hay un contraste entre estas descripciones y la
realidad, conocida, pero a menudo ignorada, de las luchas
que una persona puede tener.
La tensión profética de lo ya, y de lo aún no, se ve muy
claramente en la lucha por la justicia como en cualquier otro
lugar.
Sal de la vergüenza a lo que es correcto.
Como creyentes, recibimos el don de la justicia posicional
cuando fuimos nacidos de nuevo. Y después de eso, nuestra
justicia práctica es cuestión de las decisiones que tomamos,
empoderados por la gracia de Dios y obediencia a la dirección
del Espíritu Santo. Como un aspecto de nuestro discipulado,
debemos aceptar la justicia posicional que ya es nuestra en
Cristo Jesús, y pelear por la justicia práctica en Cristo al
grado que aún no hemos obtenido. Necesitamos abrazar
la invitación de Dios de ir hacia adelante hacia la justicia
a la que Él nos invita – y no a la vergüenza y oscuridad del
pecado que siguen siendo secretas.
El problema es que, si hemos estado en la iglesia lo
suficiente, descubrimos que hay un juego al que jugamos.
En lugar de vivir el imperativo bíblico de confesar nuestros
pecados unos a otros para que podamos ser sanados (Santiago
5:16), en lugar de reconocer la tensión entre nuestra justicia
posicional y nuestra falta práctica de ella, jugamos a fingir.
Pretendemos una justicia que no está completamente allí.
Ofrecemos la suficiente honestidad para dar la impresión de
ser sinceros, pero no lo suficiente como para realmente estar
expuestos. Entonces – en lugar de encontrar sanidad, libertad
y crecimiento en santidad – encontramos más vergüenza y
culpa, y terminamos alejándonos más de la justicia práctica
a la que hemos sido llamados.
Hace unos días, recibí un mensaje de texto de Juan, uno
de los hermanos de nuestra iglesia. Decía: “Estoy celebrando
tres años de estar libre del pecado sexual, y quiero agradecerte
a ti, y a los líderes de Centerpoint por crear un lugar donde
pude sanar y ser libre. ¡Muchas gracias por llevar a Ted
Roberts a CP!
Estos mensajes son las cosas que le dan energía a un
pastor. John ahora es el líder de nuestros grupos de varones
Conquer y Seven Pillars. Hace casi cuatro años, invitamos
a Ted Roberts para hablar en nuestra iglesia (su nombre
verdadero es Benjamin Theodor Roberts, y, en efecto, sus
padres eran Metodistas Libres como lo fue él por algún
tiempo). Ted es el fundador de Ministerios Pure Desire, y
nosotros utilizamos sus recursos para ayudar a los varones
cristianos a liberarse del pecado sexual. Sin embargo, a fin
de cuentas, los recursos de Pure Desire son una invitación
a abandonar la típica farsa cristiana de la seudo santidad en
favor de lo que es verdadero.
Para pasar a lo que realmente es lo correcto, tenemos que
reconocer la prisión de vergüenza de lo que es – y salir de ella.
Los recursos de Pure Desire proporcionan sólo un ejemplo
del reconocimiento de la vulnerabilidad, la transparencia y
la confesión de pecados con la rendición de cuentas como el
sendero hacia la verdadera justicia. Juan Wesley estableció
este curso hace muchos años. Las “Preguntas del Club
Santo” nos servirían a cualquier cantidad de nosotros para
reconocer nuestra falta de rectitud.
“¿Estoy desobedeciendo a Dios en algo?” Esa pregunta
sería un buen momento para comenzar, y esa es sólo una
de 22 preguntas. Para ir más allá, pensemos en una de las
preguntas de la reunión del club santo: “¿Qué pecados
conocidos has cometido desde nuestra última reunión?”. La
búsqueda de Wesley de la santidad asumía que probablemente
habría pecado que confesar. Wesley parecía asumir que un
camino apropiado para llegar a la rectitud necesitaba salir
de la vergüenza por el reconocimiento honesto del pecado.
Abraza –y evita—nuestra historia.
Hace unos quince años, en la recepción de un funeral,
conocí a una mujer que andaba en sus 70 años más o menos.
Ella compartió sobre su vida y fe mientras tomábamos una
taza de té. Ella habló bien de las reuniones campestres a
las que había asistido porque amaba los antiguos himnos.
Ella habló también con amargura y en tono áspero sobre su
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