Abril 2020 — pg. 16
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En el artículo titulado “El Señor es Su Pastor” (disponible
en línea en fmchr.ch/heritagemm), Pesta repitió la manera en
que Munyakuri, un nativo de lo que es ahora la República
Democrática del Congo, “escapó de una niñez de guerra, en la
que fue arrebatado de su familia para ser usado como un niño
soldado por los grupos rebeldes—tres veces. Dos de ellas fue
obligado a pelear; la tercera vez se negó a levantar un arma”.
Pesta vio que Munyakuri “podía haberse convertido en una
persona iracunda. En cambio, cambió su destino. Llegó a ser
pastor y ahora dirige su propia iglesia en Rochester, donde
recibe a otros inmigrantes y refugiados”.
Pesta también entrevistó a la Obispa Linda Adams, quien
era la pastora de la Iglesia Metodista Libre New Hope (Nueva
Esperanza) en Rochester, Nueva York, cuando Munyakuri y su
familia, quienes eran Metodistas Libres en el Congo, llegaron
a los Estados Unidos hace 13 años y oyeron hablar de la
iglesia Nueva Esperanza de parte de un chofer de taxi. Adams
recordó cómo Munyakuri tradujo un mensaje de su padre:
“Somos huérfanos, no tenemos mamá, no tenemos papá, no
tenemos una tierra nativa, una tierra de nuestros ancestros.
La Iglesia Metodista Libre es nuestra familia, y ustedes son
nuestra madre´”.
Adams también describió a Munyakuri como un “guerrero
de oración” quien venía y oraba por ocho horas de una sola
vez, procesando por lo que había pasado, clamando, orando,
algunas veces clamando a gran voz”.
Hay más detalles de la vida de Munyakuri que no ha sido
publicado antes. En una reciente entrevista con LUZ Y VIDA,
Munyakuri compartió más sobre lo que ha venido sucediendo
desde su secuestro inicial y sobre su rol como pastor fundador
de la Iglesia Metodista Libre El Shaddai.
Viviendo y Orando
La letra del himno “Sublime Gracia” tiene un signi!cado
literal para Munyakuri—particularmente: “Fui ciego mas hoy
veo yo, perdido y Él me halló”.
Uno de los aspectos de su vida que no ha sido publicado
es la sanidad física que él experimentó después del daño que
sufrió en su cuerpo a causa de la intensa brutalidad que tuvo
que sufrir”.
“Cuando fui capturado por las milicias en el Congo, me
dieron de machetazos, me golpearon en los ojos y me los
dejaron sangrando, quedé ciego por casi cinco años”, le dijo
Munyakuri a LUZ Y VIDA: “Mis ojos sin vista me llevaron a
Cristo”.
Un médico le ordenó beber cinco galones (casi 20 litros) de
agua al día, lo que él hizo sin falta, !elmente.
“No pasaba nada, así que me dije: ´Necesito a Dios. Necesito
algo que quizá pueda sanarme´”, recuerda.
Comenzó a asistir a la iglesia, aceptó a Jesucristo y decidió
ayunar por dos semanas.
“Sigo orando. No pasa nada, y luego un día me dirigí hacia
la iglesia”. dijo Munyakuri: “El pastor estaba predicando, y
luego comenzó a hablar sobre alguien que estaba en la iglesia,
y que estaba ciego, y dijo: ´Dios te va a tocar, y Dios sanará tus
ojos´”.
Munyakuri dice que cerró su ojo izquierdo y pasó su mano
frente a su ojo derecho, con el cual no veía nada en absoluto.
Para su sorpresa, vio su mano.
Le dijo a un amigo en la iglesia: “Ya no estoy ciego. He sido
sanado”, pero el amigo no le creyó. El amigo le cubrió el otro
ojo y le pidió a Munyakuri que leyera la Biblia con su ojo
derecho. El amigo luego le dijo: “Es verdad, has sido sanado”.
Munyakuri le comunicó al pastor que había sido sanado, el
pastor le pasó el micrófono para que le dijera a la congregación
sobre su sanidad.
“Desde ese día en adelante, me enamoré de la oración,
porque hace una diferencia y no hay nada que la pueda
detener”, dijo. “Cuando tú oras, puede pasar tiempo para que
suceda, pero Dios responderá a Su debido tiempo”.
La restauración de la vista de Munyakuri no fue la única
sanidad que recibió. También estaba programado amputarle la
mano derecha en un momento determinado, pero él declinó
ser amputado.
“Yo seguí orando”: ´Dios, tráeme un médico que sane mi
mano derecha en lugar de cortármela´”
Finalmente conoció a otro doctor que dijo: “No quiero
que nadie más toque a este hombre. Yo seré el único que se
encargue de él”. Munyakuri añadió: “Él hizo lo que pudo. Salvó
mi mano derecha, pero eso se debió a la oración”.
Como Adams se lo dijo a Pesta, la oración es la clave para
quien es Munyakuri.
“Si no hubiera oración en mi vida, no sería yo la persona
que soy el día de hoy”, dijo: “Yo estaría perdido”. La oración me
ayuda a conectarme primero con Dios”.
Munyakuri “podía
haberse convertido en
una persona iracunda.
En cambio, cambió su
destino.”
/heritagemm